Escenas
Amanecía, en las calles del barrio antiguo, la suave luz de
la primavera transfiguraba las fachadas de los antiguos edificios, dejando
apreciar en sus bellos portales las tallas lentamente talladas por artesanos
sin nombre ni firma.
El silencio, apenas se veía roto por algún taconeo rápido y
seguro. Al doblar la esquina me fije en él: un hombre menudo y lleno de sucios
harapos empujaba lentamente una bicicleta cargada con un carro de la compra
abarrotado de tubos, estantes metálicos y algún que otro trozo de metal, ya
oxidado.
Negro como el tizón y desgreñado, hacía mucho tiempo que no
veía una pastilla de jabón y un grifo de agua caliente, mascullando entre
dientes se dejaba arrastrar paralelo a la bicicleta, tan sucia como su dueño.
…………….
Iba rápido, pero con una elegancia diríase innata, pedaleaba
con fluidez y su vestimenta denotaba un gusto por el diseño y por la moda,
además la bicicleta aparentaba ligereza, y en sus líneas un marcado acento
futurista. Atravesó la calle como diciendo: ¡¡Eh!!, que estoy aquí, que yo soy
yo y, he roto el molde.
Sí, con una bici fixie negra con pequeños detalles color miel,
dejo un cierto poso de elegancia entre el ruido, los humos, las prisas y el
colapso de estas horas en las calles de la ciudad.
…………….
Parada en el semáforo y con el sol iluminándola de escorzo
realmente parecía una visión de otro mundo, su silueta esbelta y elegante,
dejaba apreciar a una persona con personalidad y para nada manipulable. El pelo
entre rubio y canoso, se recogía con una diadema que le daba un toque juvenil,
aunque ya hubiera traspasado la frontera de los 30, su rostro enjuto y fibroso
mostraba el continuo vivir en la luz y en la naturaleza, casi se podría decir,
con un punto asilvestrado.
Apoyada con un pie calzado con un fino mocasín de piel y sin
calcetín, en el caliente asfalto, con la bicicleta levemente inclinada esperaba
tranquila que el color del semáforo cambiara de rojo a verde. En el ceñido
pantalón color crema contrastaba el marrón oscuro del cinturón de cuero y
encima la vaporosa camisa dejaba vislumbrar unas formas sugerentes y tersas que
aumentaban más si cabe su elegancia y belleza.
La bicicleta gris que llevaba era un espejo de ella, firme,
robusta, con muchas batallas ya encima, pero dejando translucir algo de un
tiempo pasado y de unas experiencias vividas que aumentaban su personalidad.
Y, de repente el semáforo se puso verde y con un pequeño
golpe de pedal desapareció.