Él no lo podía percibir pero a sus oídos, le llegaban desde la profundidad del bosque, envueltos en pequeñas volutas de vapor, los leves murmullos de los pequeños tallos que rompían la fina capa que les protegía de la semilla desperezándose como de un sueño infinito; imperceptiblemente apenas, acompañaba ese despertar un sutil sonido de algo que semejaba un desgarro, una grieta en la profundidad del bosque, así, en múltiples rincones crecía un murmullo de amaneceres, de pequeñas plantulas que nacían a la luz y con ellas empezaba la descomposición de sus cascaras y,… el viajero sin saberlo, con ellas.
Podía escuchar en las ramas de algunos árboles como surgían tenues sonidos, aleteos dentro de pequeños nidos y en algunos como surgían pequeños picos acompañados de grandes ojos que rasgaban y rompían también la fina protección de la cascara del huevo dejando sentir en esos pequeños seres el frio y la humedad del viejo bosque, siendo inmediatamente calmados reconfortados por sus progenitores que les empezaban a dar calor y les traían pequeños insectos y larvas para empezar a alimentarles; surgían del interior del bosque infinitos cantos y trinos cuando los primeros rayos de luz acariciaban las primeras copas de los viejos árboles, el bosque despertaba y,… el viajero con él.
En el océano de silencio del vasto cosmos, en su inmensa oscuridad, en sus corrientes etéreas, las galaxias, las infinitas estrellas, los planetas, inmutables, continuaban su lento transcurrir en sus orbitas, girando, girando eternos en un tiempo infinito, en un tiempo eterno; el tercer planeta de un sistema cuyo centro era una estrella llamada sol que irradiaba luz y calor, apenas al borde de una galaxia perdida en el universo seguía su lento movimiento basculante con respecto a su eje, en su hemisferio norte, daba comienzo la primavera y,…el viajero también nacía con ella.
La luz continuaba su lento transcurrir por las colinas, valles y montañas, la oscuridad se retiraba, el viajero se dejaba deslizar siguiendo el curso de un pequeño riachuelo que con su sonido y el de los madrugadores pájaros llenaban el bosque de música, de la música de la naturaleza.
La brisa del bosque le traía sonidos de las cumbres de las montañas, sonidos de la nieve y el hielo que ya hacía tiempo que habían empezado a derretirse, dejando que pequeñas gotas de agua se deslizaran poco a poco por la ladera de sus paredes dando comienzo al deshielo, creando ese pequeño riachuelo que él estaba siguiendo y erosionando poco a poco, gota a gota las riberas de su cauce y,…el viajero fluía con él.
Al lado del viajero, algunos árboles ya comenzaban a llenar sus finas ramas de pequeñas yemas que empezaban a dilatarse y presentar unas finas pelusillas color verde y que en estos primeros instantes de la mañana brillaban reflejando la luz en sus minúsculas gotas de rocío. El bosque se iluminaba con destellos de luz y,…el viajero dentro de su ser se iluminaba también.
A sus oídos le llegaban sonidos ocultos de millones de pequeños seres que se movían en un continuo ir y venir, afanándose en encontrar hojas, semillas y todo lo que pudieran para alimentar la colonia de la que formaban parte, mientras, el viajero, seguía su lento transcurrir, percibiendo los infinitos sonidos y olores del bosque, sintiendo su humedad, su perfume, su frescor y al mismo tiempo dejandose llenar de la calma y la paz de ese instante, intuyendo, quizá, que él, era un todo con el bosque, era el universo, era un pequeño polen que se dejaba llevar por la brisa del amanecer, era raíz y tallo, era lodo y barro, era musgo y hoja, era luz y oscuridad, era madera muerta y descompuesta, era pasado y futuro, era una gota de agua fluyendo en el tiempo, de un planeta perdido en el océano del cosmos.
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