miércoles, 26 de febrero de 2014

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En un dibujo, un instante de luz

El viajero paro su bicicleta, freno justo enfrente de un prado, presidido por un gran árbol, teniendo a la vista todo el valle, desdibujándose éste en el infinito, en una atmósfera cargada de una luz vaporosa y etérea. El paisaje tenía algo de mágico y por eso el viajero bajo de su bicicleta y fue a sentarse debajo del gran árbol.
Cogió su pequeño cuaderno de campo, un lápiz y, con pequeños y suaves trazos empezó a esbozar un dibujo, percibió que la luz venía con cierto ángulo desde su derecha y, las sombras, difusas, dejaban tenues siluetas oscuras en los matorrales a su izquierda. Enmarco en el papel la colina y varias rocas que sobresalían del suelo y con trazos leves empezó a definir uno de los grandes robles que tenía cerca de él. Su mirada se alejo del papel por una leve fracción de tiempo y se poso en las pequeñas gotas de roció de la hierba que tenia rozándole las piernas, las gotas semejaban pequeñas perlas de luz reflejando cada una al sol, observó que la luz acariciaba las hojas del roble dejando apreciar su suave terciopelo y, en el envés, éste, ofrecía cierta palidez verdosa, las raíces del tronco le rodeaban como en un abrazo vegetal ofreciendo a su tacto una textura rugosa, dura, como de un  ser ancestral, de un ser pétreo. A su lado, las pequeñas hormigas se afanaban en llevar alimentos al hormiguero, en un imparable ir y venir.
Siguió con su dibujo, despacio, intentando captar los volúmenes, las sinuosas líneas de las ramas del roble, ese ritmo intrínseco de su crecimiento, en busca de la luz.
El continúo trino de los pájaros y un dulce aroma, entre ellas la lavanda y el tomillo le envolvía, despacio, fue dando volumen al árbol a base de pequeños trazos que creaban sombra allí donde la luz del sol no incidía directamente. En el papel se iba perfilando con suaves trazos negros aquel pequeño paisaje que el viajero veía………..
…………..
Y, la luz se fue lentamente deslizando y con ella las sombras, el día seguía su curso y el viajero su viaje, allí atrás quedaba el árbol, las rocas y la suave colina, con los pájaros danzando en un límpido cielo azul.
Por la pequeña carretera una silueta se deslizaba lenta, sigilosa, casi etérea, sobre una bicicleta, abrazada por aromas de primavera.


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