martes, 3 de septiembre de 2019

Relato veraniego

El pedido

Estaba ahí, tirada, en medio del asfalto, entre el paso de peatones y el semáforo. No se movía, todo parecía presagiar lo peor; la bicicleta doblada y sin la rueda delantera, que había salido disparada unos cincuenta metros. El golpe había sido brutal, la camioneta empotrada entre las marquesinas y las farolas, la barandilla, al ras del bordillo, partida,… la escena era impactante. 
Y, pensar, que todo empezó días atrás, cuando Virginia hizo una compra online de unas botellas de licor y unas magdalenas que elaboraban en el Monasterio de Leyre, allá por Navarra; el licor lo elaboraban los monjes con hierbas del entorno y lo conocía de cuando una vez haciendo una ruta por el norte del país habían recalado en el Monasterio y comprado en su tienda productos elaborados allí. El licor unido a las magdalenas te llevaban al mismísimo cielo.
Los monjes recogían las hierbas en la sierra de Leyre y producían pequeñas cantidades de licor en su pequeña destilería cercana al Monasterio. 
De la orden de San Benito, los monjes seguían fielmente la doctrina de su fundador: “Ora et Labora”, afanándose en su día a día rezando y trabajando sin apenas tiempo para nada más.
Cuando el hermano Simón abría el correo, en el ordenador, anotaba los pedidos de los clientes y se lo comunicaba al hermano Pedro, que era el que se encargaba de colocar y empaquetar los productos en sus diferentes cajas, embalarlas y colocar la etiqueta de identificación del receptor del pedido: nombre, dirección, ciudad, etc; y colocar los paquetes en su sitio para cuando llegará la empresa de paquetería estuvieran bien colocados y listos para llevárselos. 
Al día siguiente, muy temprano, llegaba Javier, el empleado de la empresa de paquetería con su furgoneta y cargaba los paquetes llevándoselos a la central de reparto, donde desde allí se distribuirían los pedidos a cada lugar de destino; grandes trailers surcaban las grandes autovías del país cargados de productos, materiales, contenedores, llegando normalmente de noche a su lugar de descarga, grandes superficies, que, como grandes puertos, desembarcaban miles, sino millones de materiales y productos, listos para distribuirse al día siguiente muy temprano en pequeñas furgonetas de reparto. Y, entre los muchos productos, ahí estaban las botellas de licor y las magdalenas para Virginia.
…………

Isma escuchaba la música a todo trapo, preferentemente AC/DC y Metallica. Las calles de la gran ciudad siempre estaban a rebosar de tráfico, pero él sorteaba cualquier obstáculo con mil y un trucos, aprendidos en sus muchos años de repartidor, primero en moto y luego con la furgoneta. Aprovechaba las paradas en los semáforos o en los atascos para verificar la dirección de entrega del siguiente paquete y, así lo hizo esta vez, leyó el nombre y la dirección de entrega: Virginia Mendivill del Morán, Calle Hospedaje, 5; estaba cerca, a unas cuatro calles de donde se encontraba.
El semáforo se puso verde y metió la velocidad, la furgoneta empezó a moverse, el tráfico era denso, con lo que las opciones de atajar eran reducidas, para colmo habían colocado unos carriles bicis en la parte derecha de la calzada impidiendo ganar ese espacio para gente como él y, en ese momento, apareció una chica que se ponía a su derecha, un poco por delante de él. De repente y sin saber de donde, enfrente de él, en sentido contrario, apareció un coche a toda velocidad, sin tiempo de pensar dio un volantazo para esquivar el golpe y se llevó por delante a la chica de la bicicleta subiéndose a la acera e impactando con la barandilla, con las marquesinas y farolas que había. 
Llegaron rápidamente las ambulancias y los policías municipales, los transeúntes se arremolinaban para ver qué había sucedido; la chica se movía levemente, dando señales de que por lo menos estaba viva; los médicos verificaron su estado tomándola las pulsaciones y observando las pupilas, posibles golpes, fracturas, etc. Los policías recogían todos las informaciones posibles del siniestro, naturalmente el conductor del coche que se había saltado el semáforo, cuando ya estaba en rojo, se le detuvo en el acto. 
Isma había sufrido un ligero golpe en la mano, pero, nada de que preocuparse, cuando, de repente, al escuchar a la chica de la bicicleta que les decía el nombre y apellidos a los médicos, le vino a la cabeza el siguiente reparto que tenía que entregar, porque no se sabe si fue el destino, el azar o qué, el caso es que el destinatario del próximo paquete de entrega, era ella, la chica de la bicicleta: Virginia Mendivill del Morán.
…………

¿Qué fue lo que llevo a coincidir a Virginia y a Isma en el semáforo, en ese momento?, ¿ fueron los cinco minutos que tardo Virginia en salir de su casa por atender una llamada de su amiga Iris?, ¿ fue el retraso de Isma en la anterior entrega?, ¿ fue el fallo en el sistema de frenado del coche que provocó el accidente?, ¿ fue el destino, el azar,…?, ¿ fueron toda la concatenación de sucesos, de actos que llevaron a ese instante?, o, ¿ fueron el licor y las magdalenas ?,¡¡Ah, Proust !!, ¡¡ ja!!, ¡¡ja!! …

¿Creemos controlar todas nuestras acciones?,…y, sin en cambio…

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