El viaje o el tiempo de los regalos
Escribo estas líneas en la última noche de la ruta, mis compañeros de viaje duermen, reposando de la inesperada dureza del final de la etapa de hoy. Desde la ventana de la pequeña habitación percibo la suave brisa de la noche, acompañada de ese silencio casi mágico de las montañas que nos rodean, en el aire, todavía quedan olores de madera quemada en los viejos hogares.
Hace cuatro días que salimos de la gran ciudad y nada sabía de las personas que me iban a acompañar en esta pequeña ruta en bicicleta, por las montañas del norte.
Ahora, rodeado del silencio de la noche y de la tenue luz del frontal vuelvo a aquellos tiempos en los que siendo un crio empezaba a descubrir a las personas que me rodeaban, a conocer el entorno donde poco a poco me fui haciendo mayor, nada sabia, ni de ellas, ni de los paisajes que me rodeaban, con el tiempo y con la vida vas descubriendo, aprendiendo, conociendo y valorando; el viaje de la vida, como un tiempo de regalos, nos trae a todos infinitos caminos que recorrer, unos dejan crecer largas ramas siempre en un sentido, otros desarrollan una extensa e intrincada red de ramificaciones cual copa de viejo roble,… en este corto viaje de cuatro días, el tiempo se ha ido llenando de paisajes luminosos, de pequeños sufrimientos, de averías inesperadas, de aprendizajes, de descubrimientos,… de vida, de luces y de sombras, de alegrías y de penas, como una pequeña metáfora del mismo viaje vital y existencial de cada uno de nosotros.
Es ese hermoso tiempo de regalos, humildes, sencillos, austeros los que en realidad sin apenas darnos cuenta y casi ni siquiera apreciarlos conforman la vida de cada uno de nosotros
La ruta ya esta terminando, mañana cada uno, cada una, volverá a sus rutinas, sus quehaceres, en definitiva su vida, todo habrá pasado, todo será pasado…
Sonia volverá a sus clases, a lidiar con esos pequeños tiranos, Andrés, a sus horarios esclavizantes de los que - según me ha confesado- quiere romper definitivamente, Paco, a seguir sus oposiciones y su rutina de estudios y Paula al laboratorio, donde, gracias a una beca tras otra, sigue llevándose algo de dinero a la cartera e inflando su extenso curriculum.
¿Volveré a saber de ellos?,… no lo sé, cada uno vuelve a su pequeña “celda o, isla”, o como queramos llamarlo, pero…, lo que no me cabe ninguna duda es que permanecerán en mi memoria
unidos a unos momentos placenteros, llenos de sonrisas -“la sonrisa de Sonia, siempre”-, a momentos agradables, plagados de diálogos jugosos y surrealistas -“la lucidez de Andrés-,
momentos destornillantes, con el fresco humor de Paula y, por supuesto, “la sabiduría viejuna” en las observaciones, de Paco, todos hicieron del viaje algo único e inmanente.
Ahora, con el cansancio cerrándome los ojos cierro este diario de ruta, ya es tarde, y mañana daremos por finalizado ese esbozo de viaje materializado, que un día fue una fugaz idea, pensamiento, abstracción, algo etéreo, imaginado,…algo que no era, no existía,
Como la misma vida, un día llegamos, iniciamos nuestro viaje, nuestro tiempo de regalos y algún día, como muchos otros, lleno de luz, nos vamos, regresando a esa abstracción de la que vinimos…
Todos los cicloturistas hemos pasado por esos momentos en los que la vivencia nos hace casi olvidar la cotidianidad que vives en tu ciudad. Muy bien expresado, Carlos. Gracias.
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