Caminos diferentes
¡¡Venga, Borja estáte quieto!!, le decía Maria, -mi mujer-, mientras el condenado niño, ¡¡bueno!!, no tan niño ya,- mi hijo-, no paraba incordiar a su hermana pequeña no dejándola mirar el móvil. Habíamos cogido las vacaciones y estábamos en un pequeño pueblo de las montañas del norte, en un pequeño jardín, al lado del hotel donde nos hospedábamos, “disfrutando” del verde paisaje y su hermoso valle, que se habría ante nuestro ojos, el día había amanecido espectacular con una luz limpia y fresca y la temperatura acompañaba esa sensación grata y deliciosa que tienen los días de verano, cuando no se está sometido a horarios, ni presiones rutinarias laborales, pero…, Susana, empezó a llorar, su hermano se había pasado de la raya, y la había llevado al limite de su aguante,… se acabo la calma del momento.
¡¡Es que le consientes demasiado!!, ¡¡es que este crio no esta educado!!, pero, ¡¡Jorge!!, ¡¡dile algo!!, y, aquí me ven a mí, aguantando el chaparrón, yo, que soy un sujeto pasivo, familiarmente hablando, -¡¡bueno y para más cosas!!-, como quien dice; tengo para mi que los hijos son más de mi mujer, que míos, pues creo, que ella me había usado para tenerlos y yo había hecho bien poco,¡¡vamos que me había dejado hacer…, casi todo el día metido en el despacho, de aquí para allá, clientes vienen, clientes van, así que en casa, llego, ceno y a la cama y, al día siguiente temprano de vuelta al trabajo, esa es mi vida, cual hámster girando su rueda dentro de una jaula invisible…
Así, transcurría la mañana, habíamos desayunado en el hotel y enseguida nos habíamos sentado en el pequeño jardín anexo a la cafetería, donde los niños se explayaban con sus pantallas, y a nosotros nos dejaban en paz, Maria con su móvil última generación se comunicaba con sus amigas, cotilleando, chismorreando temas de los llamados rosas, y yo enfrascado con el portátil, estudiando un proyecto que teníamos entre manos en el despacho de arquitectura, de vez en cuando levantaba la mirada de la pantalla y me extasiaba con la majestuosidad de la montaña que teníamos enfrente y se me pasaban por la cabeza mil y una idea, que jamas podía llevar a cabo, pues las circunstancias, la dinámica del dia al dia, los niños, el trabajo,… me impedían realizarlas o, yo, que era un parado, un soso para todo, no sé.
Había transcurrido la mañana cuando a eso del mediodía, dejé de mirar la pantalla un instante, y pude vislumbrar por la pequeña carretera que teníamos enfrente del hotel, que unas siluetas se acercaban despacio, con un leve murmullo que contrastaba con el del río que transcurría más abajo en el valle. Al irse acercando pude identificar a cuatro personas que iban en bicicleta, cargados con equipajes cada uno de ellos, supuse que eran una familia, pues eran una pareja de adultos y dos chicas adolescentes, despacio, llegaron hasta la zona donde nos encontrábamos, frenaron sus bicicletas y bajaron de sus pesadas monturas. La pareja de adultos nos saludó levemente y se metieron en la cafetería, las chicas se quedaron al lado de las bicicletas, mientras sus padres, por lo que pude observar más tarde, pedían unos refrescos y se sentaban en una mesa en el jardín del hotel.
Allí estaban, altos, bronceados, con ese tono de piel sano de haber estado al aire libre, al viento, mucho tiempo,… por lo que pude apreciar y oír hablaban en un idioma extranjero, parecía nórdico, no sé, dialogaban y reían de alguna anécdota, -supuse- del viaje, estaban distendidos y relajados, ninguno tenía estos artilugios que teníamos nosotros, ellos se miraban, compartían el instante, sintiéndose grupo; mi familia, y yo mismo, cada uno, con su pantalla, como autistas del siglo XXI, cada uno en su jaula tecnológica. Pensé, cuan diferente percepción del instante, del momento, de la vida, y más ahora, en vacaciones. Me preguntaba muchas cosas, entre ellas, si nosotros: Maria, Borja y la pequeña Susana podríamos algún día ser capaces de realizar algo parecido a lo que estaban haciendo esta familia, me preguntaba si llevaban tiempo realizando esa actividad, cómo serian en su vida normal, en qué trabajarían, si su vida era como la nuestra, como la mía, en concreto.
La verdad es que sabiendo como es Maria dudo mucho que fuera capaz de coger una bicicleta,- siempre con la moda, la estética, el qué dirán-, y, encima cargada hasta los topes y pedalear por esas carreteras, pues apenas hace deporte, sólo algo de natación y con sus amigas, y yo, que decir, hace años que no hago ninguna actividad deportiva, desde que me casé, dejé de coger la bici, ya que Maria no le gustaba; antes, sí salía con la gente de la Universidad, pero una vez llegaron los niños ni tan siquiera lo pensaba; veía a este grupo de personas y pensaba, en si no estaríamos haciendo algo mal, -no estaría yo haciendo algo mal-, no nos estaríamos equivocando en nuestro camino, -no me estaría yo equivocando-, en nuestra vida, con esta pasividad vital, del día al día, en la que nos encontrábamos tanto Maria como yo mismo y, estos chavales de ahora que sólo pensaban en sus móviles, no sabrían vivir sin ellos, ¡¡que triste!!, por lo menos, cuando yo era niño, más de una vez iba con mi abuelo al huerto a coger tomates y al establo a recoger la leche, pero, estos, qué saben, qué viven, más allá de una realidad virtual, de un sucedáneo de vida, si son, somos zombis mentales…desde luego habría que parafrasear a John Lennon, con aquella famosa frase: “La vida es aquello que nos pasa cuando estamos mirando una pantalla”.
De repente, unos pequeños sonidos me hicieron volver de mis divagaciones existenciales, era el rítmico sonido de unas cadenas, engranando con los dientes de los piñones, en las bicicletas, que lentamente se alejaban por la estrecha carretera, entre los árboles, cuatro siluetas se perdían, se difuminaban camino de la montaña y del valle, deslizándose con la luz hasta desaparecer.
Muy buena comparación entre la apatía del sedentarismo y el turismo activo. Muy bien reflejado.
ResponderEliminarQuerido amigo y compañero de "fatigas" cicloturistas. Me uno a los comentarios dejados por los compañeros aquí y en la lista de Pedalibre. Tú, tus relatos y esa cabecita que funciona con tan estupenda cadencia sois un regalo para nosotros. Muchas gracias por despertar nuestro espíritu crítico, o intentarlo al menos, con tu acertado y muy bien escrito punto de vista. Un fuerte abrazo
ResponderEliminarHe intentado resaltar dos temas:
ResponderEliminar1- el de aquellas personas pasivas, incapaces de crear por si mismas, ni tan siquiera pequeñas actividades para las vacaciones. Meros consumidores de su propio tiempo vacío, son como aquellos que viajan para que otros les sirvan, pequeños tiranos en busca de esclavos, incluso sexuales, en países asiáticos.
2- La época de la estupidez y el narcisismo a la que estamos abocados, antes se viajaba para si mismo, descubrir, aprender, etc; hoy parece que se realizan actividades X para exhibirlas inmediatamente en las redes sociales, narcisismo en estado puro, y por supuesto el estar aborregados, alienados mirando una pantalla.