miércoles, 27 de octubre de 2010

ideas, proyectos y demás

Cómo hacer un porta-candado de U



Esta idea me surgió después de estar harto de llevar el candado de U sobre la parrilla, en posición horizontal y restándome superficie de apoyo para otros objetos.
Cogí un trozo de tubería de PVC y medí la longitud del candado desde el tramo de intersección con el cierre hasta donde empieza a curvarse, corte a la medida dada el trozo de tubería de PVC y, seguidamente, presente en el portabultos, en su parte izquierda entre las barras verticales del modelo Esge que llevo. Coloque dos abrazaderas metálicas y cerré hasta que fijaron con firmeza el tubo de PVC, seguidamente abrí el candado, introduje la pieza de cierre en el tubo de PVC y coloque el cierre del candado, cerré y listo.
El candado no se mueve, ni horizontalmente, ni a los lados, quedando fijo y no dando ningún tipo de problemas durante la circulación por la ciudad.
Es conveniente poner el cierre hacía abajo para que no entre el agua cuando llueve en la zona donde se introduce la llave.
Las fotografías que adjunto os resolverán cualquier duda al respecto.


sábado, 16 de octubre de 2010

postales


textos

Camino de Zuriza (Ruta por el Roncal)

Siento el abrazo de las hayas,
deslizándome con la luz del otoño,
en el angosto desfiladero que lleva a Zuriza,
entre tejos, robles, acebos y boj
me embriago de belleza……..
y al llegar…………… la luz.


Más tarde, al bajar de Linza,
el sol acaricia con la luz
los costados de las montañas
y el bosque me da todo aquello
que nunca imagine
como en un sueño efímero.
Me siento etéreo, irreal,
…………tal vez, sea así.

textos

La última mañana


La mañana se había levantado gris y húmeda, llovía, y en las calles se habían formado ya charcos que reflejaban los tejados de la ciudad y con ellos un cielo triste y ceniciento.

Por las callejuelas, envueltas en neblina se entreveían algunos paraguas abiertos, mientras la bruma iba dando paso a un nuevo día.
Lisa bajaba las escaleras de aquel lúgubre caserón camino de su casa, camino del descanso, en su rostro, marcado ya por pequeñas arrugas debajo de sus ojos, se reflejaba la tristeza, una tristeza cargada de desencanto y de desesperanza.
En aquel viejo caserón de porte aristocrático, de fachada gris y desconchada, Lisa se dejaba la vida, su cuerpo, y también parte de su alma.
Tiempo atrás, la vida le llevo por caminos oscuros, sórdidos y perdidos, hasta que al final llego a esta ciudad, y a éste caserón donde a cambio de un poco de dinero, ella, daba su cuerpo a apestosos hombres de negocios, y a mugrientos borrachos solitarios.
Alguna vez ella recordaba que había tenido una vida normal, familia y amigos, pero aquello estaba tan lejos, tan lejos como aquellas montañas que se divisaban desde su habitación, allá donde se perdía el río que atravesaba la ciudad.
El único momento del día en el que Lisa sentía algo de alivio, de consuelo, era aquel en el que cogía su maltrecha y casi oxidada bicicleta, y pedaleaba por las pequeñas callejuelas de la ciudad dejándose llevar, sintiendo el aire limpio y fresco en su rostro, era, en ese momento, cuando en su boca se dibujaba un esbozo de sonrisa. Con aquel aire limpio le venían recuerdos, recuerdos de su infancia y de su adolescencia, recuerdos de días felices y llenos de vida, recuerdos llenos de luz.
Cuando cruzaba el viejo puente que daba al barrio donde vivía, Lisa se paraba y se quedaba contemplando como el río discurría bajo sus pies, como las aguas aún claras y limpias, bajaban placidas y constantes, camino de un futuro que ella no lograba adivinar, y que jamás llegaría a vislumbrar.
Ensimismada en aquellos recuerdos y pedaleando camino de su pequeño apartamento, Lisa no vio un semáforo que estaba en rojo y siguió adelante, en ese momento un camión que venía de una calle perpendicular, la arrollo, el camionero freno lo más rápidamente que pudo, pero no fue lo suficientemente rápido, el golpe fue tal que cuando consiguieron sacar la bicicleta de debajo del camión, ésta era un amasijo de tubos doblados y deformados.
Cuando el camionero bajo a tratar de socorrer a aquella mujer tuvo tiempo de escuchar las últimas palabras de Lisa, y de ver como en su rostro se esbozaba una pequeña sonrisa.

postales

jueves, 14 de octubre de 2010

jueves, 7 de octubre de 2010