La chica, la bici y
la luna
Había conseguido
llegar a donde yo quería. Desde hacía mucho tiempo lo había estado buscando, pero
no conseguía encontrar la manera de entrar, pero, al fin, ahí había estado, justo
donde me habían dicho que la encontraría.
Todo empezó hace ya
mucho tiempo, demasiado tiempo……………
Una mañana, me dirigí
a ver una exposición de pintura en una pequeña galería de Arte que habían
abierto hacía poco en la zona. En principio, yo no era un entendido en materia
de arte pero me gustaba apreciar las formas, las composiciones y la manera que
los creadores tienen de percibir el mundo. Así que me dije, me voy a acercar a
ver que ponen, así que allí fui. Llame a una amiga y quedamos en vernos en la
entrada de la galería. Cuando llegué mi amiga estaba esperándome, entramos.
En la galería había
unas cuantas personas ya, curioseando y apreciando algunas de las obras que
colgaban de las paredes. Cogimos un folleto que nos entregaban a la entrada y
estuvimos hojeándolo antes de entrar;
por lo que pudimos apreciar en él, el autor dejaba patente su pasión por
los paisajes abiertos y casi misteriosos, un poco a la manera de G. D.
Friedrich. Yo me quedé sorprendido por la biografía del artista, y de su larga
y dilatada carrera. Empezamos a recorrer la exposición, francamente las
primeras obras no me decían nada en particular, eran meras marinas sin ningún
tipo de particularidad salvo que estaban pintadas con una luz de luna, de luna
llena, y esa luz se reflejaba en el agua, en un agua oscura, profunda y misteriosa.
Según íbamos recorriendo la sala, la luz poco a poco se iba como apagando o por
lo menos a mi me lo parecía, mientras que de los cuadros empezaba a surgir una
luminosa y azulada luz interior, la atmósfera de la sala empezaba a tornarse
fresca como si estuviéramos dentro de los cuadros y la brisa del mar acariciara
nuestra piel, podíamos apreciar el sonido de las olas rompiendo en los cercanos
acantilados y el murmullo del agua deslizándose por la arena de la playa. Hasta
que llegamos a una obra misteriosa y mágica a la vez, en ella se podía ver a
una chica de espaldas, desnuda, con una larga y negra cabellera al lado de una
bicicleta blanca, mirando fijamente al profundo y misterioso mar, en el momento
en el que salía una deslumbrante y luminosa luna llena.
Mire el catalogo de
precios y vi que no estaba marcada por ningún lado. Terminamos la visita a la
exposición y nos fuimos a tomar algo.
Al día siguiente
conseguí encontrar un hueco en el trabajo y bajé de nuevo a la galería, pues me
había quedado prendado de la pintura de la chica, la bici y la luna. Al llegar
a la galería vi que estaba el autor de las obras y me dirigí a él, estuvo muy
amable explicándome un poco su obra y en concreto del cuadro que me interesaba
a mí. De él me estuvo diciendo que había sido pintado poco después de que él
saliera de un terrible accidente de coche que estuvo a punto de quitarle la
vida. Él, cuando estaba en coma llegó a entrar en un paisaje como los
retratados y ver a la chica con la bicicleta al borde del agua en una playa
larga e infinita, en una noche de luna llena e inconscientemente pintó casi
toda la obra que tenía expuesta después de salir del hospital.
Compré la obra y la
colgué en el salón de casa. Me pasaba horas mirando aquel cuadro, deseaba
entrar en él, deseaba conocer el rostro de la chica de la bici, deseaba sentir
la brisa del mar acompañado de esa mujer, pero no sabía cómo, hasta que pasaron
los años y llegó el día esperado.
Un día, ya mayor,
cruzando la calle me atropelló un coche, estuve en coma durante semanas; días
después tuve un sueño, soñé que había estado en una playa, oscura, misteriosa. En
él algunas estrellas se podían apreciar en el cielo, En el horizonte se podía
vislumbrar un pequeño rayo de luz blanquecina y definiéndose un poco más un pequeño
arco luminoso, era la luna que empezaba su ascenso por el cielo, justo enfrente
de donde yo estaba en ese momento. Y, de repente ocurrió, de una pequeña
abertura en el acantilado salió una chica vestida de blanco, pedaleando sobre
una bicicleta blanca, se acercó al agua, dejó la bicicleta, se desnudo, me miró
y me indicó que me acercase a ella, me cogió de la mano y juntos nos metimos
lentamente en el agua. La luna llena iluminaba nuestros cuerpos hasta que
desaparecimos bajo las oscuras y profundas aguas del mar.