Meditaciones sobre un sillín marca: Brooks o,
cómo ir hilando palabras
para llegar donde empecé
Al final lo compré, un sillín de cuero marca Brooks,
estaba
que no cabía en mí de gozo y placer, mi bicicleta
vestía un sillín de cuero
ingles, sacado de algún herbívoro
de aquellos que pastan por esas verdes
campiñas de la Gran Bretaña;
como en aquellos luminosos cuadros de Constable
donde los paisajes
se llenan de luz; en
alguna ocasión logré ver algún cuadro suyo,
creo que fue en aquel viaje a
Italia, cuando estuve por el valle del Po, no recuerdo en que museo, pero sí
que recuerdo aquel viaje con aquella compañera de Artes y Oficios y, aquellos
hermosos ojos verdes, tan trasparentes, como aquellas figuras de cristal de
Murano, isla donde recalamos en un ferry desde Venecia; cuando ves alguna de
esas figuras de cristal se pueden apreciar esas veladuras en el vidrio tan
bellas como esas transparentes aguas en el Alto Tajo, en un luminoso día de
verano; por cierto que en el Alto Tajo fue donde escuché el año pasado, en
otoño, junto unos cuantos compañeros de viaje la berrea en estado puro, aquellos profundos bramidos salidos de lo más profundo del bosque llenaron de
primitiva Naturaleza nuestros sentidos, que se dejaron llevar a tiempos donde
el ser humano era simplemente uno más dentro del gran abanico de los seres que
habitan este mundo, no como ahora, que estamos poco a poco y sin remisión
cargándonos toda la enorme biodiversidad del planeta, sean estos animales o
vegetales, por cierto, hablando de vegetales tengo que empezar a preparar la
ensalada y cocer la pasta, porque tengo invitados a comer, vienen unos amigos
precisamente de Gran Bretaña y, creo, una irlandesa, novia de uno de ellos, así
que manos a la obra, voy a dejar un momento la bicicleta anclada en la pared y
me pongo con la pasta, por cierto, hablando de pasta, un pastón el sillín,
menos mal que lo he pagado con parte de el dinero que me han dado por mi
cumpleaños, no diré la cifra de la edad, pero si que es cierto que es menor que
el precio del susodicho sillín. A ver si vienen bien y no se pierden en esta
jungla de Madrid, porque como den con un taxista pícaro les da la vuelta a
Madrid veinte veces y les pide un riñón por el viaje, ¡¡menudo son!!, estos
taxistas, y eso, que yo mismo tuve un antepasado que tenía calesas tiradas con
mulas, venía a ser como un pequeño empresario del transporte del Madrid del
siglo XIX, cuando había algunas calles que todavía eran de arena y barro y, todavía se podían ver rebaños de ovejas al lado de la puerta de Alcalá, antes
de la masificación y de la saturación del espacio por los automóviles, en las
ciudades, en ésta y en otras de tantas ciudades del mundo occidental.
Suena el timbre, son ellos. ¡¡Vale!!, ya os abro, subir;
aquí están:
Mark, Ian, John, Sara y Catherine, por cierto, Catherine se
apellida: Brooks.
En tú mirada, el
mundo
Paseas entre bosques y selvas,
caminas entre el silencio y la luz
apresando la vida,
vagas encontrando seres alados
llenos de luz y color,
recorriendo mundos perdidos
en el sueño del tiempo,
deambulando
entre la realidad y la quimera.
Pedaleas entre la espesura de los árboles
encontrando infinitas respuestas,
en el susurro de sus hojas,
atrapando con tu mirada paisajes
que se posan lentamente
en el interior de tu alma peregrina;
en ella, habitan
vastos espacios de luz,
horizontes infinitos,
bosques impenetrables,
cielos estrellados,
y el azul eterno del mar
En tú mirada, el mundo,
en tus ojos, su belleza.
Dedicado a Yolanda