jueves, 28 de agosto de 2014

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Un instante entre las nubes

Acababa de salir del pueblo enclavado entre los acantilados, lentamente iba ascendiendo la dura rampa, nadie bajaba, nadie subía. Las piedras, húmedas como la hierba dejaban sentir la fría noche que se acercaba. A lo lejos el susurrante sonido de las olas rompiendo en las rocas dejaba entrever el infinito mar del Norte. Las nubes se pegaban a la tierra, apenas se podían apreciar los abruptos acantilados que había a mi izquierda, ni la pequeña masa de árboles de la derecha. Avanzaba con dificultad, el fuerte viento me impedía progresar en mi camino. Una menuda lluvia empezó a caer, no podía ver hacía donde me dirigía, a mi alrededor las nubes lo cubrían todo; estaba sumergido en el reino de las tinieblas, donde ni las sombras existen, ni la luz del día se atreve a penetrar.
Lentamente algunas gotas de lluvia se deslizaban por mi rostro. Avanzaba poco a poco, tenía la extraña sensación de que el tiempo no transcurría, me sentía como una piedra, fijo, inmóvil, quieto.
La espesa niebla no me dejaba ver ni el manillar de la bicicleta, me encontraba empapado. El silencio flotaba sobre mí, sólo la lluvia, golpeándome en el cuerpo provocaba un ligero sonido. Más allá, el viento soplaba en los acantilados y el mar rompía contra la tierra, como si de un ritual mágico y eterno se tratara.
Al poco tiempo vislumbre entre las espesas nubes formas etéreas, formas que se movían entre los nebulosos árboles. No podía oír nada, salvo el viento, y cuando la nube de agua se fue alejando pude distinguir de entre las sombras la silueta del animal que se encontraba pastando ajeno a la lluvia, a las tinieblas, a todo.
Poco apoco iba subiendo la dura pendiente. Oía el mar rompiendo en los acantilados y el viento tronando en las oscuras cuevas al lado de los arrecifes. Me preguntaba ¿Cuándo llegaría a la cima, al collado, y dejaré estas tinieblas  insondables?, pero no tenía contestación. Subía y subía, pero no llegaba a vislumbrar el final de la carretera y el viento me impedía subirme a la bicicleta. Mi mente comenzaba a ver, en cada trozo de roca formas de seres fantásticos, irreales, algunos me saludaban, otros hablaban entre ellos. La música del vasto océano me llegaba difusa, como si las nubes fuesen el filtro del mundo del sonido.
A mi mente llegaban voces del pasado, pero donde estaba no existía ni el pasado, ni el futuro, sólo existía el ahora, la gota deslizándose por mi pie, el pie avanzando un paso, el aliento vital saliendo de mi boca.
Lo recorrido no se veía: la curva que había dejado atrás, el animal pastando, nada, todo era gris, aplastantemente gris. De repente el camino se inclinaba un poco hacia delante, a mi derecha unas vallas de madera y un cartel. Me incorporé sobre la bicicleta, empuje el pedal izquierdo hacia abajo y la bicicleta empezó a moverse. Sin ninguna pedalada más tomo velocidad, iba a salir de las tinieblas, del reino de la oscuridad insondable.

Poco después, con la vista hacía las montañas, contemple el maravilloso espectáculo de las nubes ceñidas a la cima de las cumbres, las nubes formaban un solo cuerpo con ellas. ¿Habría estado allí?, en el horizonte se dejaba ver el mar del Norte y la ría, un poco más cerca el pequeño entramado de tejados que daba paso a un bello pueblo pesquero. 

martes, 12 de agosto de 2014

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Fugacidad


Atravesar paisajes de luz
sobre una bicicleta y,
saber, que todo es efímero,
las alegrías y las tristezas,
las vanidades y las arrogancias,
los aciertos y los fracasos.
Atravesar instantes, momentos,
descubrir personas, seres, vidas,
dejar atrás sinsabores y regocijos,
placeres y pesadumbres,
recuerdos y evocaciones.

En la luz todo es efímero,
La sabiduría y la ignorancia,
el orgullo y la necedad,
las manipulaciones y los caprichos,
los deseos y las ilusiones.

Atravesar paisajes de luz
sobre una bicicleta y sentir
la fugacidad de la vida, de los colores de la luz,
de la humildad de los árboles que dan todo y sólo reciben luz.
“El Universo cabe dentro de una semilla”,
del lento fluir del agua, siempre diferente,
 pero, siempre eterna.


Y,…………. vivir.

jueves, 7 de agosto de 2014

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Atrás queda todo


Atrás queda todo,
aquellos paisajes imaginados
entre los pliegues de un mapa;
aquellas colinas llenas de bosques;
aquella senda recorrida al amanecer;
aquellas primeras pedaladas del viaje.
Atrás queda todo:
las palabras inadecuadas,
los gestos malinterpretados,
la luz de aquella mirada,
los paisajes de tu ser.
Atrás quedó todo,……
pero, adelante, continúa el camino,
nuevos paisajes apenas esbozados,
páginas de un cuaderno en blanco, que se llenaran,
sombras de mí ser que iré dejando
en el transcurso del tiempo.
Y, una bicicleta que seguirá
deslizándose con la luz