domingo, 27 de septiembre de 2015

Texto

El aroma del tiempo (o, excusas para andar en bicicleta).

(Extractos sacados del libro: El aroma del tiempo de Byung-Chul Han,
editado por Pensamiento Herder)
Byung-Chul Han, es profesor de filosofía y estudios culturales en la Universidad de las Artes de Berlín.

El aroma es lento. Por eso no se adecúa, ni desde una perspectiva medial, a la época de las prisas. Los aromas no se pueden suceder a la misma velocidad que las imágenes ópticas. A diferencia de estas, ni siquiera se dejan acelerar. Una sociedad regida por los aromas seguramente no desarrollaría ninguna propensión al cambio y la aceleración. Se alimentaría del recuerdo y la memoria, de la lentitud y la perdurabilidad. Pero, en cambio la época de las prisas es un tiempo de visión “cinematográfica”. 
Acelera el mundo convirtiéndolo en un “desfile cinematográfico de las cosas “*. *(M.Proust, El tiempo recobrado)
El tiempo se desintegra en una sucesión de presentes
La época de las prisas no tiene aroma. El aroma del tiempo es una manifestación de la  duración. Rehúye la acción, el goce inmediato. Es indirecto, da rodeos.

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En el aire del camino  de campo, que cambia según la estación, madura la sabia serenidad, con un mohín de que, a menudo, parece melancólico (…). En su senda se encuentran, la tormenta de invierno y el día de la siega, coinciden lo vivaz y excitante de la primavera con lo quedo y feneciente del otoño, están frente a frente el juego de la juventud y la sabiduría de la vejez. Pero todo rebosa serenidad al unísono, cuyo eco el camino de campo lleva calladamente de aquí para allá. *
*(M. Heidegger, camino de campo)

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La sociedad de consumo y del tiempo libre presenta una temporalidad particular. El tiempo sobrante, que se debe a un aumento de la productividad, se llena con acontecimientos y vivencias superficiales y fugaces. Puesto que nada se ata al tiempo de manera duradera, parece que este transcurre muy deprisa o de que todo se acelera. El consumo y la duración se contradicen. Los bienes no duran. Llevan inscrita la caducidad como elemento constitutivo. El ciclo de aparición y desaparición de las cosas es cada vez más breve. El imperativo capitalista del crecimiento lleva consigo que las cosas se produzcan y se consuman en un lapso de tiempo cada vez más corto. La presión del consumo es inmanente al sistema de producción. El crecimiento económico depende del consumo y el uso vertiginoso de las cosas. La economía basada en el consumo sucumbiría si de pronto la gente empezara a embellecer las cosas, a protegerlas frente a la caducidad, a ayudarlas a lograr una duración.
En la sociedad del consumo se pierde el demorarse. Los objetos de consumo no dan lugar a ninguna contemplación. Se usan y se consumen lo más rápido posible, para dejar lugar a nuevos productos y necesidades. La demora contemplativa presupone que las cosas tienen una duración. La presión del consumo, sin embargo, suprime la duración. Tampoco la llamada desaceleración crea una duración. En lo que se refiere a la actitud de consumo, el show food no se diferencia en nada sustancial del fase food.
Las cosas se siguen consumiendo. La mera reducción de la velocidad no transforma el ser de las cosas. El problema es que la duración, la perdurabilidad y el sosiego amenazan con desaparecer completamente o se alejan de la vida. El Heidegger tardío contrapone “la vacilación”, “la serenidad”, “el recato”, “la espera” o “la retención”, que son formas de ser de la vita contemplativa, a “la necedad del trabajo”*.
Todas ellas remiten a una experiencia de la duración. El tiempo del trabajo, el tiempo como trabajo, no tiene duración. Consume el tiempo produciendo. La perdurabilidad y el sosiego rehuyen el uso y el consumo. Crean una duración. La vita contemplativa es una praxis de la duración. Genera otro tiempo al interrumpir el tiempo de trabajo.
* M.Heidegger, Camino de  Campo

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La vida ocupada, a la que le falta cualquier dimensión contemplativa, no es capaz de la amabilidad de lo bello. Se muestra como una producción y destrucción aceleradas. Consume el tiempo. Tampoco en el tiempo libre, que se mantiene sometido a la compulsión de trabajar tiene otro comportamiento en relación al tiempo. Las cosas se destruyen y se mata el tiempo. La demora contemplativa concede tiempo Da amplitud al ser, que es algo más que estar activo. La vida gana tiempo y espacio, duración y amplitud, cuando recupera la capacidad de contemplativa.
Si se expulsa de la vida cualquier elemento apacible, esta acaba en una hiperactividad letal. La persona se ahoga en su quehacer particular. Es necesaria una revitalización de la vita contemplativa, puesto que  abre el espacio de respiración. Quizá el espíritu deba su origen a un excedente de tiempo, un otium, una respiración pausada. Se podría reinterpretar  pneumas, que significa tanto “respiración” como “espíritu”.
Quien se queda sin aliento no tiene espíritu. La democratización del trabajo debe ir seguida de una democratización del otium, para que aquella no se convierta en la esclavitud de todos. Así dice Nietzsche:

Por falta de sosiego, nuestra civilización desemboca en una nueva barbarie. En ninguna época se han cotizado más los activos, es decir, los desasosegados. Cuéntase por tanto entre las correcciones necesarias que deben hacerle al carácter de la humanidad el fortalecimiento en amplia medida del elemento contemplativo*

*F. Nietzsche, Humano, demasiado humano.