viernes, 14 de agosto de 2009

textos

Recuerdos del viento
(ruta por la vía verde del río Oja)
Ligeros de equipaje
corren mis pensamientos,
hacía el lugar donde sólo con el viento en el rostro
divisamos horizontes de luz;
gracias al viento recorrimos aquellos paisajes abiertos,
llenos de fragancias y perfumes,
de silencios y palabras.
Sólo, cuando la lluvia llego a nosotros,
nos dejo arco iris de recuerdos.
La lluvia coloreo el cielo,
las miradas: el Tiempo.
El camino nos condujo hacía aquellos
paisajes velados de luz y de lluvia
y nos trajo atardeceres de mágicas acuarelas,
y de espacios eternos.
Y, paso a paso fuimos atravesando al viento.
En pueblos medievales las casas se daban las manos
y con ellas, las nubes y el cielo.
Y al final sólo la luz,
la lluvia y el tiempo nos dejaron
recuerdos del viento.
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Cuando las armas hablan, los héroes pedalean
Los estallidos de los constantes bombardeos continuaban sin dar respiro a nadie en la pequeña ciudad al norte de Beirut. Las calles estaban vacías a esas primeras horas de la mañana, la aviación seguía descargando su mortífera carga llena de muerte y destrucción. Durante una noche sombría y terrible no habían dejado de acosar el centro de la ciudad, allí donde se suponía que estaba el centro de operaciones del grupo rebelde.
Ahmed y su familia estaban recluidos en su pequeña chabola esperando que acabara ya el asedio aéreo para intentar hacerse con algo de agua y alimentos. Agua que tenían que traer en bidones desde un pozo que se encontraba a unas cuantas manzanas de su casa.
Ahmed era el encargado de ello, era el cabeza de familia, con sus escasos quince años, después de que su padre les abandonara para combatir contra el país que les estaba invadiendo y del que ya no sabian nada.
Su madre y sus tres hermanas pequeñas le trataban con respeto y obediencia, él se encargaba de traer el agua y también algo de comida del pequeño zoco que se ponía en la pequeña plaza cuando los disparos y bombardeos cesaban.
Amed cogía su bicicleta, -una bicicleta que le regalo un medico que había venido en tiempos de paz, con una O.N.G de Dinamarca- y se encargaba de traer todo lo que necesitaban para sobrevivir. Ahmed y Hans el medico, se hicieron amigos y, el medico danés en uno de sus viajes de vuelta a casa le trajo la bici. Con ella Ahmed daba grandes paseos junto al río y por el parque de su ciudad con Hans, cuando la vida era normal, alegre y luminosa. Ahora, nada de eso existia ya.
Cuando se dejo de oir disparos y no se escuchaban aviones en el cielo, Ahmed salió de la cas con su bicicleta camino del pequeño mercadillo, llevaba en su portabultos trasero dos bidones colgando uno a cada lado de la bici y una pequeña cesta de plástico, detrás del sillín, para meter los pocos alimentos de los que se podía abastecer. así, mirando a cada lado de las calles y cerciorándose de que no hubiera nada raro en las esquinas pedaleaba Ahmed camino de los alimentos para él y para su familia.
Ahmed llego primero al pozo, rápidamente lleno los dos bidones y despacio se dirigió al mercadillo, pedaleando sudoroso se iba acercando a la pequeña plaza del mercadillo, cuando sus ojos se encontraron con una visión escalofriante, unas cuantas personas trataban de ayudar a las personas que estaban sangrando en el suelo, unas, con los miembros mutilados, otras, ya inmóviles y destrozadas, las sirenas y los cláxones de los pocos coches que iban llegando trataban de llevarse a las personas a los campamentos preparados para auxiliar a enfermos y malheridos que llevaban médicos y enfermeras de organizaciones no gubernamentales dirigidas por personas de paises occidentales.
Ahmed se había quedado paralizado ante el espectáculo dantesco que sus ojos estaban viendo, a sus oídos vino el llanto de un niño fue en ese momento cuando Ahmed se fijo en un pequeño niño, casi un bebe, al lado de un cuerpo de una mujer que yacía muerta a su lado. Cogió al niño le metió en el cesto que llevaba y salió todo lo rápido que podian sus piernas camino del campamento donde se encontraba su amigo danés. Llego allí sudoroso y sin aliento cuando lo vio una enfermera que estaba con varios médicos, entre ellos Hans, con el niño en los brazos.
Era de noche cuando la familia de Ahmed cenaba con un grupo de médicos y enfermeras en el campamento junto al pequeño bebe rescatado de la muerte.
Al día siguiente, Ahmed volvería a por agua y, a por alimentos con su bicicleta para sobrevivir un día más.
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Me gusta ver las bicicletas,
cuando se deslizan sigilosas, gráciles, silenciosas;
por las colinas de mi memoria.

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Pedaleo entre los árboles, con la caricia de la luz,
a mi lado, sombras de mariposas;
con su aleteo efímero
me transportan
a donde el viento y la luz
me tocaran la piel.



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Soñando entre las ventanas de un tren

Los recuerdos me vienen lentos, como pequeñas hojas cayendo en otoño.
"Aquella mañana, serían las 7.55 de un mes de mayo. La luz entraba por los grandes ventanales de la estación, calentando mi rostro y haciendome entrecerrar los ojos y, lentamente abandonarme a un mundo de sensaciones placenteras y cálidas. Állí estaba, esperando a mis compañeros de viaje. El tren salía a las 8.30 con destino Vitoria, pero nosotros en aquella ruta nos bajaríamos en Valladolid, para, una vez,allí, hacer transbordo y coger un pequeño tren regional hasta la localidad de Quintanilla de las torres desde donde saldríamos pedaleando camino del Ebro y sus cañones.

En aquel vestibulo, de aquella estación todo eran voces, susurros y movimientos. El constante trasiego de voces, se confundía con el sucio sonido de los altavoces que avisaba a los viajeros de la próxima salida de tren. El tintineo de las cucharas de café se fundía con las charlas de los amigos y familiares despidiendose, cargados y atiborrados de grandes bultos.
Recuerdo que entre ruedas, alforjas y manillares aquellas personas que conformabamos el grupo nos saludamos y abrazamos, con una dulce mezcla de descubrimiento y expectación, dispuestos a bajar al andén que ya habían anunciado por megafonía. el grato olor de croissants recien hechos dejaba paso a ese indescriptible olor que tienen los andenes, mezcla de acero, gas-oil y cables eléctricos quemados. La temperatura en aquella dulce mañana era buena y atrás fueron quedando los sonidos frenéticos y delirantes de la estación. Entre pequeñas carreras, buscamos y encontramos, el vagón que la compañía de tren ponía a disposición de todas aquellas personas que como nosotros, viajabamos con nuestras bicicletas. Una amable azafata nos indico dónde y cómo colocar nuestras bicicletas y nuestro pertrechos, el espacio habilitado paa ello era diáfano y con un espacio compuesto especialmente con 20 ganchos a diferentes alturas paa poder colocar las bicicletas en posición vertical y en diferentes alturas para que no dieran los manillares, unos con otros y, asi, ocupasen menos longitud en total.
Que diferencia con respecto a aquellos años en los que el ferrocarril estaba pensado exclusivamente para ejecutivos y comerciales donde lo que predominaba era la rapidez del viaje y llegar cuanto antes a la estación de destino. Aquellos tiempos en los que se pensaba más en los "altos rendimientos", en los "clientes", en los "productos" y, poco, o casi nada, en las prsonas y en sus necesidades. Hubo momentos en que la gran empresa de servicios ferroviarios del país, se había desprendido de casi todas sus estaciones, y apeaderos, dejando un gran número de poblaciones incomunicadas y sin posibilidad de desplazamientos a medianas ciudades, por no sé sabe que mentalidad economista decretada por altos políticos y gerifaltes de altos vuelos que lo único que tenan en mente era ganar, ganar y ganar dinero en una carrera frenética, vaciando los bolsillos de los ciudadanos, en un afán competitivo sin precedentes.
Pero todo aquello tuvo su fin, el día que sin avisar se presento el gran desplome de los mercados financieros, económicos y laborales y, los sistemas se vieron envueltos en una verdadera revolución de los valores, tanto ideológicos, económicos, como éticos y filosóficos y se volvió a pensar en las personas y en el medio ambiente y en sus necesidades reales. Se empezó de nuevo a corregir las grandes equivocaciones y a dar trabajo, volviendo a abrir apeaderos, estaciones y serviciosque sehabían cortado de raíz, proyectando nuevas líneas de servicio, abriendose a la población y a sus diferentes localidades y trazando una inmensa red que dio cobertura a un gran número de pequeñas poblaciones con pequeños tranvías que enlazaban con estaciones que a su vez enlazaban con otro tipo de de trenes así hasta llegar a conctar todo el país.
Y, nosotros allí íbamos, a realizar uno de los viajes en bicicleta más agradables y placenteros de los que yo recuerde".
Todos estos recuerdos me vienen ahora, mirando entre la ventana de este pequeño tren; a lo lejos, las suaves colinas y los espesos bosques que me llevan a un pasado soñado en un recuerdo.



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He llegado al atardecer al Monasterio de Monserrat, la dura subida me ha agotado; por la noche, el cielo estrellado y el sonido de las campanas me han recargado de energía vital y espiritual.





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"De mi efímero paso por los Encuentros o, como envidiar a un pueblo por su alcalde"

En las estrechas callejuelas del pueblo de Molinos (Teruel), todo era silencio, la luna dejaba ver su reflejo en los húmedos adoquines de la plaza, resultado del vino y del agua de la fuente tirados entre la gente, al son de la dulzaina; en un rincón de un soportal dormitaba despreocupada una pareja, ella apoyada en el hombro de él, cansados o, un poco embriagados de tanta fiesta y baile, un gato pasaba rápido de la luz a las sombras. Todo el pueblo de Molinos horas antes bailaba y, ahora, dormía envuelto en ese silencio magico que sigue después de un acto de vida y creación.
Había llegado a los Encuentros deslizandome con la luz, sobre mi bicicleta, atravesando parajes del Alto Tajo, serranías de Albarracín y tierras del Jiloca, para entrar en el Maestrazgo por su bella zona noroeste, por Ababuj, Aliaga y Eljuve; así entre silencios, bosques, vientos y páramos di con mis ligeros y menudos huesos, la tarde del día 7, con un grupo reducido de viajeros que con sus pertrechadas bicicletas iban camino de una perdida ermita, a reunirse con todos los cicloturistas de los Encuentros, ésta, situada entre la silueta de una centenaria encina y el vuelo majestuoso de los buitres; allí fue, donde la luz del atardecer me volvió a traer abrazos lejanos en el tiempo, miradas cercanas y sonrisas frecas, también me trajo descubrimienos, sorpresas y palabras, que ahora son recuerdo: yoga, yai-chi, un cuadro de un tandem partido en dos,unos carteles escritos a mano para avisar a la gente de la n-existencia de agua, con la que limpiarse el polvo del camino, unos codos llenos de grasa, una cena frugal iluminada con minúsculos puntos de luz y................un dulce sueño, que me arrastro junto a otros soñadores hacía el alba de un nuevo día.
El siguiente día amaneció bajo el constante zumbido de las abejas, que libaban con fruición el néctar de las flores de la encina y, la luz trajo: diálogos, risas, palabras, miradas, desayunos compartidos, más tarde debates, presentaciones, murmullos, aplausos, en la asamblea de Conbici y algún que otro despiste.
Ya por la tarde, después de darnos un festín bien ganado, nos encontramos dando con nuestros cuerpos serranos en la piscina del pueblo, dejandonos mecer por el agua, como si en una primigenia placenta se tratase, esperando el nacimiento de un nuevo ser.
Lentamente, el sol iba perdiendo fuerza y, a nuestros oidos empezaban a venir sonidos de instrumentos musicales y con ellos, ecos de fiesta, ecos que me traen palabras que ya son recuerdo: hoguera, fuego, barullo, gentío, música, miradas, cervezas y, un "tipejo" hablando y gesticulando en medio de la plaza del pueblo, era, es el alcalde de Molinos, todo un personaje que relató la historia del pueblo, su propia historia familiar y otras cosa que tendríais que haber escuchado por cómo las narró y representó, el alcalde ya iba un poco chisposo y con ese estado de gracia, deslumbro, fascino a todo aquel que tuviera a bien escucharle y oirle.
Barba de cuatro días, vestido con unos vaqueros y camiseta blanca; más parecía Steve Jobs, que un alcalde al uso, con traje, corbata, tripa y papada y escoltas en la chepa; este individuo era sensacional, lomismo estaba removiendo las brasas para poner la carnaza, que sirviendo vino de las garrafas a todo aquel que pasará por la mesa donde se sirvieron los manjares, bailó, bebió, aplaudió, estuvo departiendo con todos los que por allí se movían, se abrazó, disfrutó como todo buen vecino y foráneo de los que por allí caímos, recogió vasos tirados en la plaza.............."y la música de la dulzaina nos sumergió en un estado de magia y sortilegio creando una atmósfera de unión con seres etéreos y, todo giraba, giraba, giraba el tiempo y, con él la noche,...........y en la plaza se respiraba vida, voluptuosa y alegre vida y, el alcalde "iluminado", iluminaba las calles y con él, cual flautista de Hamelín, arrastraba a tods aquellos seres de fuego, de aire, de agua y de tiempo hacía el centro mismo del encantamiento".
Al día siguiente vendrían las cuestas y los sudores y, entre ellas: la belleza; los ritmos cadenciosos y los infinitos campos y entre ellos: la belleza; y las averias y los cables pelados y entre ellos: la belleza; las duras rampas y los calores excesivos y entre ellos: la belleza, ............tanta belleza.






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Respiración

Cuando subo un puerto en bicicleta, es la respiración la que marca el ritmo, no hay relojes, no hay tiempo, sólo ese aliento vital entrando y saliendo de mi. Así sucede, como dice un proverbio hindú: "la respiración es la puerta hacía la realidad". Y yo, viajando en bici, esa realidad la vivo plenamente.






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En algunos momentos, después de un largo viaje en bicicleta, me siento cansado, sin fuerzas, pero interiormente estoy lleno y radiante de energía.
Será que, como decian los misticos, hay que perder todo para ganar todo.







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La Carta

Estoy sentado en mí eterna silla de ruedas, detrás de las grandes cristaleras del casino de Cadaqués, tomando una taza de té. Entra la luz del sol y me siento bien al recibir sus cálidos rayos en mi rostro, desde aquí contemplo como el mar rompe en las rocas y como las gaviotas se dejan llevar por sus alas, en dificiles trazados. Hoy, me ha llegado una carta, una carta de una amiga que el pasado octubre, en otoño, hizo un viaje en bicicleta por tierras de Cuenca. Entre sus palabras he recogido unas que me han llenado de luz y alegría. Dicen así:
"El otoño ha regresado a Madrid. Hoy podía ser un día frío, algo triste, perzoso, incluso melancólico. El viento se adhiere al rostro, te toca y atraviesa sin pasar desapercibido. Quiere hacerse notar, anunciar que ahora le toca a él volver a reinar. Pero, a mí, hoy me ha gustado sentirlo, fue casi como lavarme de nuevo la cara con agua fría, como hago necesariamente nada más levantarme y sé que entonces comienza el día.....además, hoy, a pesar del otoño y graias a él, mi sonrisa esta más llena de satisfacciónque la del resto de la gente y es que mi pecho va cargado de "pinceladas" serranas, hoy más reposadas que ayer".
Qué feliz me he sentido pedaleando entre montes llenos de otoño.
Compartiendo risas,ronquidos, botas de vino, colacaos, charlas, esperas, salones de baile, esfuerzos en subidas y adrenalinas en bajadas..........
Privilegiada me siento al haber visto una ciudad d piedra encaramada entre hoces mientras el aire me daba en la cara y el olor a tomillo en la nariz. Privilegiada al haber presenciado la ceremonia de la matanza de una inocente marrana, el atardecer detrás de unas mimbreras, el eterno deslizar de aguas aún cristalinas, al haber paseado por la huella de lo que hace siglos eran ríos insalvables. Privilegiada alpoder compartir esos momentos congente buena y llena de vida".
Leyendo estas palabras, me he sentido yo también un privilegiado, por conocer y descubrir, que todavía hay personas que son capaces de encontrar la belleza, hasta en las cosas más sencillas, más naturales y más simples.
Desde el año pasado que vino a visitarme,aquí a Cadaqués, no veo a mi amiga, pero sé, - desde que la conocí, y ahora esta carta me lo confirma-, cuanto siente y ama las sensaciones de libertad que leproporciona elcontacto con la naturaleza, y ella, entre las muchas maneras que tiene de acercarse a la naturaleza, siente una predilección especial a hacerlo desde su bicicleta.
Hoy, gracias a ella y a sus palabras quizá escritas en un mantel de papel, de un mesón cualquiera, cuando miro el mar, siento, percibo, como debieron ser sus sensaciones. Aquí tomando una taza de té, en este cálido entorno, observo como el mar rompe en las rocas, dejándome llevar por sus palabras.







........dedicado a Eva
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Hijo del Sol

Pedaleando entre campos de girasoles, hoy, me he sentido hijo del sol.









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San Andrés de Teixido

Llueve, esta todo empapado, la ropa, la bici y yo.
¿Querrá San Andrés de Teixido que no me vaya de su pueblo?.








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Mediterraneo

Las bicicletas aparcadas en el campo de fútbol de Tossa de Mar; en la cena, Josep Pla, el mediterraneo, una agradable compañía y, las olas rompiendo en la oscuridad de la cala.


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Camino de Venecia

Hoy he atravesado el puente de la libertad camino de Venecia...........bonito nombre para pasarlo en bicicleta.









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Epicuro

Epicuro tenía razón, los verdaderos placeres son los más sencillos: una buena tertulia, un baño al atardecer, un paseo por el bosque, la sencillez de un menú con frutos de la tierra, disfrutar del viento y del sol.
Epicuro debía de tener bicicleta.










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Amanece

Amanece, entre los radios de la rueda el sol se rompe en infinitos pedazos.










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En bici por....






Deslizarse con la luz, siguiendo hilos de agua, ser viento, nube, aire y, esconderse en la espesura de los recuerdos, en un bosque de memoria. Y, leer en las hojas de las hayas, los signos efímeros del tiempo.

Pedalear, caminar, avanzar, lugares comunes del ser.

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Mañana

Mañana recordaré aquellos dulces momentos
en los que partí en busca de un sueño,
de un encuentro, de un descubrimiento.
Mañana seguramente vuelva a coger aquella vieja bicicleta
con la que encontré la paz de un instante,
y vuelva a recorrer aquellos solitarios y silenciosos caminos,
en los que fueron quedando sombras de mi ser.
Mañana partiré hacía aquellos lugares;
ya esté en ruidosas calles o en tristes aceras,
sé que se encuentran dentro de mi corazón.







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Bicicletas errantes

Bicicletas errantes
recorren paisajes vacíos,
horizontes olvidados,
sueños perdidos.
Giran sus ruedas por campos de tristeza
dejandose llevar como hojas de Otoño
por la brisa del desencanto.
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Dudas

Dudas, siempre dudas.
Miro el mapa,
¿derecha o izquierda?
Abro los ojos,
veo el incipiente río Tajo
deslizándose sinuoso
por entre las altas paredes,
dudas, me asaltan las dudas.
Qué haré cuando vuelva.
Qué haré mañana, qué haré nunca
Abro los oídos,
escucho la susurrante
música de las hojas entre los árboles.
Vuelven las dudas.
Por qué tengo
que seguir ese ritmo de vida.
Por qué no se puede conservar
la placidez de este instante.
Freno la bicicleta y respiro.
Abro las manos,
siento la fresca caricia del río.
Me despojo de la ropa
y me sumerjo en él.
Dudas, siempre dudas.
Adónde voy, adónde vamos.
Abro los ojos.
Allá arriba, dos buitres me observan,
majestuosos altivos.
Sigo pedaleando entre dudas,
que quizá jamás resuelva.
Abro los sentidos
y noto el calor del sol en mi piel,
los infinitos olores del bosque,
el murmullo del río entre los sauces,
y el bello canto de los pájaros.
En este preciso momento no hay dudas.
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Amanecer en Viniegra de Arriba

Surge la luz,
por las colinas del este.
Despiertan los sonidos,
en el aire del amanecer.
Todos duermen.
Velos de seda aparecen en el cielo.
Venus se apaga.
Sobre los tejados
surgen pequeñas volutas de humo.
Ladran impacientes los perros.
Más tarde.......
el discurrir del agua en el arroyo,
el silencio,
el pedaleo rítmico
la suave brisa del bosque,
la incansable lluvia del oeste,
cargada de recuerdos.


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