sábado, 7 de septiembre de 2013

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La Ausencia

Ahí esta, recostada, con el puño izquierdo del manillar en la pared y el portabultos tocando ligeramente el mueble de madera, silenciosa, tranquila; la luz del sol entra suavemente entre las lamas de las persianas posando la luz sobre su manillar y parte del cuadro. La observo y mi mente retorna a aquellos parajes de un tiempo pasado, ya etéreos, donde esta bicicleta se deslizaba con su dueña pedaleando elegantemente por silenciosos caminos. Al despertar cada mañana siempre esta ahí, desde el día en que ella la dejo. Mirándola la veo a ella, oigo su voz, su mirada, sus palabras, es como si hubiera dejado parte de su ser y, esa parte de su ser me hablara cada mañana recordándome aquellos días de primavera en los que recorríamos paisajes rodeados de árboles, montañas y ríos, contemplando en verano horizontes infinitos antes de sumergirnos en un bosque mediterráneo para más tarde llenar nuestra miradas con el azul de un mar eterno.
Observándola con detenimiento recuerdo detalles de sandalias, aislantes y petates colocados caóticamente sin una simetría lógica, de ajustes de frenos con cuatro manos enfrascadas en tensar un solo cable. Al posar mi mirada sobre ella regreso a aquellos dulces momentos en los que cada pedalada nos traía belleza y poesía lentamente; regreso a aquel atardecer después de la lluvia cuando el bosque y las colinas que nos rodeaban estallaron en múltiples colores y olores, dejando matices, texturas y sonidos de pequeñas aves del bosque que llenaron nuestras almas de armonía y paz.
Ahí, apoyada en la pared, la bicicleta parecería como ausente, como muda, pero es en esa presencia, en ese silencio donde radica su voz, una voz llena de recuerdos, de risas, alegrías, carcajadas, aplausos en un mesón, pijamas grises, canciones en carreteras nocturnas, paseos entre cerezos en flor, miradas llenas de belleza.
Tranquila, reposa hasta que un buen día regrese su dueña, quien la ha de dar nueva energía, nueva vida, quien la hará rodar por caminos perdidos apenas hollados por huellas humanas, quien la llevará por instantes de libertad y plenitud.
Y, entonces la bicicleta hablara a su manera, deslizándose con la luz, siguiendo quizá hilos de agua o, caminos llenos de metáforas visuales, acercándose a pequeñas cascadas y dejándose mojar por pequeñas gotas de vida o, siguiendo la música de los infinitos cantos de los pájaros del bosque;………

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.. ……y, la tenue luz que se filtra entre las persianas continua su lento transito dejando que la sombra de la bicicleta gris se deslice por la cálida jarapa, mientras, falta la voz, la mirada, la energía del ser que le da vida.

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