miércoles, 1 de julio de 2020

Relato

¿Quien será…?

















Sería una mañana de primavera de principios de los 80, en Madrid, cuando capte esta instantánea de un ciclista pedaleando tranquilo por el parque del Retiro. 
A primera vista, no parece un ciclista al uso, de los de maillot, zapatos con calas y casco, sino una persona normal y corriente vestido de calle y sin guantes ni casco, más bien con una estética elegante y funcional.
Al recuperar esta imagen de entre las muchas diapositivas que guardo en álbumes perdidos en las estanterías, me ha venido a la cabeza un relato que leí hace pocos días de un viejo amigo de batallas ciclourbanas, en el que trataba de poner el énfasis en la influencia que tiene en la personalidad de cada uno, los mil y un acontecimientos que se desarrollan en el curso de nuestra vida; como si de un árbol se tratara nuestras ramas y raíces van creciendo, desarrollándose buscando o encontrando el alimento que nos ayude a crecer y desarrollarnos como seres, no sabemos que nos encontraremos, por dónde conseguiremos la luz que nos permita alargar nuestras ramas o dónde estará el sustrato que nos hará desarrollar más nuestras raíces; en nuestro camino, iremos encontrando personas que nos influirán y nos harán crecer, sin pensar extenderemos nuestras ramas donde el azar y la casualidad nos lleve; cada paso que demos nos llevará a otra y así sucesivamente.
El azar nos trajo a este mundo, si lo pensamos bien y el mismo azar nos trae a personas, situaciones y realidades, algunas nos conducen por caminos luminosos, otras no llevan por sendas oscuras y sombrías de las cuales, todas, conviene aprender, unas ramas se secaran con el paso del tiempo, pero otras crecerán y se desarrollaran plenas y vivas.  
No sé porqué, al ver esta fotografía ahora, pienso en el camino vital de esta persona que va en bicicleta, qué le llevo a realizar la actividad que estaba haciendo, con esa imagen, estética y no otra, por dónde transcurriría su periplo vital años más tarde; quizá conocería en un viejo piso del centro de Madrid a otras personas como él, y se uniría a algunos para realizar un viaje desde el este hacia el oeste del país, donde se acaba la tierra, al finisterrae; quizá seguiría estudiando también y participando en maratones, al mismo tiempo que disfrutaba con otras personas en las fiestas de San Isidro o las Vistillas o, de todo aquel ambiente que bullía en Madrid en aquellos locos y divertidos años 80.
Quizá, le dejaría tan profunda huella aquel primer viaje, que haría muchos por su cuenta, descubriendo y descubriéndose; quizá participara y colaboraría junto con aquel grupo de personas que se reunían en aquel viejo piso del centro de Madrid para visibilizar y proyectar que otra ciudad era posible; quizá encontraría a muchas más en encuentros de todo el país que le enseñarían, le harían aprender, enriquecerse, como a su vez él haría lo mismo en todas aquellas personas que se le acercaran, como una gran red de conexiones, como la infinita red de raíces que existe en un viejo bosque cuyos árboles se han desarrollado plenos y henchidos de vida y también de perdidas.
Al ver esta vieja foto también me viene a la cabeza una, creo, interesante pregunta:
¿Existe, ahora, todavía, esa persona que sale en la foto o, por el contrario ese ser ya no existe y se ha transformado en otro ser, lleno a su vez de otros seres que le han conformado, que le han ido moldeando, como a su vez él quizá ha ido moldeando sin querer y sin saber a otras personas?, ¿se puede decir con “hiperorgullo”, que yo soy yo, o, lo que es lo mismo, existe alguien tan necio, imbecil e ignorante sin cerebro que no se haya dado cuenta que somos la suma, la resta, la división y la multiplicación de todas las infinitas cosas que nos acontecen, nos han acontecido, en nuestra mágica existencia.

¿Quién será el de la foto?.

4 comentarios:

  1. Qué buena reflexión, Carlos.

    Da gusto entrar en una página de internet y leer estas cosas tan sentidas, en vez de tanto rencor, envidia, palabras malsonantes o huecas (que vienen a causar el mismo efecto). El mundo sería otro si, como tú has hecho aquí, nos dejáramos llevar más por las emociones y toda esa poesía que es en sí misma la vida. Porque entonces iríamos tejiendo esa malla de entendimiento y color que debería ser el mundo. Nuestras ramas vivenciales tendrían formas más hermosas que nos hicieran a nosotros mismos también más felices.

    De los actos cotidianos pueden nacer movimientos enteros de renacimiento social y cultural.

    Gracias por no dejarte dentro estas palabras, por usar parte de tu tiempo para plasmarlo y compartirlo.

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  2. Muy acertado, somos lo que nos ocurre, gracias Carlos.

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  3. Y, el caso es que algunas veces también somos lo que no nos ocurre, eso es lo grandioso. Gracias.

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  4. Hola.
    Interesantes reflexiones, aunque en mi opinión excesivamente líricas y algo aderezadas de misticismo; no seré yo quien niegue que somos producto de una concatenación de (muchos, aunque obviamente no "infinitos") elementos en la vida, aunque yo trataría de alejarme de la abstracción y la trascendencia, y otorgarle un significado concreto a la vida. Para ello, por supuesto, el respeto a la naturaleza (sin idealizaciones místicas, según mi punto de vista) es esencial, pero también es importante una lectura material, social y política, junto a un concepto de la libertad humana inevitablemente unido a ello. Eso, claro, si queremos cambiar las cosas y no ensimismarnos en la mera contemplación escapista (no digo que sea el caso).
    Saludos.

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