viernes, 8 de octubre de 2021

Sentirse viva

Habíamos llegado a coronar la subida de la pequeña colina y, desde allí, se podía ver ya la población de San Esteban de Gormaz, donde íbamos a hacer noche, según el organizador de la ruta. Estaba anocheciendo y, los colores del atardecer lo impregnaban todo de esa suave calidez, que junto a la buena temperatura primaveral, hacía, del ocaso, un momento bello y efímero,…ah, la belleza de lo efímero. 

Me encontraba detrás del grupo, un poco alejado de las últimas personas que lo conformaban que eran Eva y Rosa, cuando en un momento dado veo que Rosa se para, diciendo que hasta aquí, que no podía más,… se encontraba cansada y exhausta; al poco tiempo llegué hasta donde se encontraban las dos, en ese momento Eva trataba de calmar a Rosa, que se encontraba en un estado nervioso, alterado, y algo preocupada por el grupo y por la noche que se acercaba; Eva, con su infinita paciencia intentaba consolarla como buenamente podía y entre los dos intentábamos animarla y motivarla para que retomará la marcha, de repente, en un instante, Rosa se puso a llorar desconsolada, las lagrimas le corrían por el rostro y empezó a decirnos cuanto echaba de menos a su madre y a preguntarse si estaría bien,- allí, no había cobertura para llamarla- si estaría preocupada por ella, así, como otras cuestiones que nos pareció cuanto menos peculiares viniendo de una persona como ella,- decir que Rosa era una mujer de unos cincuenta y tantos muy introvertida, con una mirada triste y, muy, muy, apegada a su madre, y de hecho nos sorprendió su actitud. Sentados al borde de la carretera, con las bicicletas al lado del arcén, tratábamos de estimular y de motivar a Rosa. Poco a poco, se fue relajando y tranquilizando y gracias a Eva,- yo me mantenía un poquito neutral emocionalmente- Rosa consiguió subirse de nuevo a la bicicleta, la animamos con que las luces del destino se veían cerca y que tan solo quedaban unas cuantas curvas y como mucho un kilometro escaso para llegar a algún lugar donde pasar la noche, ducharnos y cenar al calor de unas buenas viandas. 

Despacio, muy despacio, Eva la iba hablando y motivando hasta que por fin conseguimos llegar a la población.


……………………


Nos encontrábamos en el mesón sentados en una mesa casi medieval, alargada, y rodeada de lamparas colgantes, todo de madera.  

Habíamos pedido ya los menús y estábamos dando cuenta de los apetitosos aperitivos que nos habían dispuesto a lo largo y ancho de la mesa; entre los múltiples diálogos y charlas unos con otros, yo, me encontraba distraído y reflexionando en todos esos momentos que habíamos vivido ese día, abstraído de todo lo que en ese momento estaba sucediendo en la mesa.

Cuando volví de mis ensoñaciones mi mirada se poso en los ojos de Eva, que me decían que observará a Rosa, y, allí estaba Rosa, riéndose a mandíbula batiente, desinhibida e integrada perfectamente en el grupo, exultante, llena de vida.

Al finalizar la cena, Rosa se puso de pie y sorprendiéndonos a todos los que estábamos allí, se sinceró sin ningún pudor, ni vergüenza, comunicándonos las sensaciones vividas en ese primer día de viaje, en ese, su primer viaje en bicicleta, su primera salida sintiendo la luz en el rostro, el viento en la piel, percibiendo el paso del tiempo de otra manera, dejándose deslizar sobre una sencilla bicicleta por paisajes abiertos e infinitos;…en ese momento, Rosa se puso a llorar, pero, esta vez, no como unas pocas horas antes, no, esta vez lloraba de alegría, de saberse capaz de hacer algo que nunca antes había hecho, de sentirse viva y feliz, sabedora de sus limitaciones, Rosa lloraba por haber sido capaz de romper unas barreras que ella misma desconocía, pero que estaban ahí, lloraba por un tiempo de oscuridad, y lloraba por la luz que veía en el horizonte, había conseguido romper aquella telaraña que le impedía crecer y saberse ella, saber que dentro de ella habitaba otra Rosa, de la cual apenas conocía nada, pero que empezaba a intuir.


………………


Unos meses más tarde, en una salida organizada por un tal Julio volvimos a encontrarnos con Rosa, se había comprado una bicicleta y un juego de alforjas y estaba empezando a moverse por la ciudad en ella, parecía más joven, llena de energía y de vida.   


5 comentarios:

  1. Muy bonito y emotivo relato Carlos, emula el aprendizaje que muchos como yo y nuestra protagonista Rosa, hemos realizado para seguir apreciando, lo natural y hermoso que es viajar en bici, con su esfuerzo claro. Sigue deleitándonos con tus relatos. Gracias.

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  2. Qué satisfacción disfrutar de nuevas experiencias y más, cuando se hace en buena compañía. Gracias Carlos

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  3. Una mirada sobre lo efímero de los momentos, los buenos y los malos, que más adelante se ven tan distintos. Gracias Carlos.

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  4. Gracias por vuestras palabras.
    Estar en ese momento y ver como una persona rompe con su zona de confort y se libera de corsés interiores fue gratificante y hermoso.
    Cual oruga rompiendo su crisálida y acabar volando convertida en mariposa.

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  5. Gracias Carlos , por este relato que hace que este nuevo día luzca mas si cabe , un abrazo.

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