miércoles, 16 de diciembre de 2009

texto

El paisaje de mi vida

Hoy, quiero contarte algo que quizás años después no me acuerde o no me dejes contarte.
Ocurrió hace tiempo cuando todavía era un estudiante a punto de terminar mi carrera de Matematicas y no sabía que quería ser en esta vida o que iba a ser de mi cuando a acabara la carrera.
En aquellos tiempos de cambios, de libertades y despertares, junto con mis compañeros de carrera y amigos: Pedro, Juan y Carlos, cogiamos nuestras bicicletas y junto a varias personas de Biológicas, Montes o Geografía e Historia nos perdiamos por diversas zonas de España para conocer, saber, divertirnos y pedalear por el mero hecho de hacerlo, relajandonos de nuestro estudios y a la vez dejándonos llevar por un tiempo de inocencia y sueños.
Recorriamos paisajes dorados en verano y brumosos y umbríos en primavera, nos prdiamos por los bosques asturianos y por aquellas playas infintas del sur de España, sintiendo que el presente era nuestro y que todo estaba por hacer.
Aquellos años fueron de lo mejor que me pudo pasar en esta vida, luego, aquellos tiempos, fueron diluyendose como esas nubes de verano, que, poco a poco, se esfuman de nuestros ojos, para al fin, no dejar ningún rastro en el cielo azul, de su anterior presencia.
Con el tiempo, aquellas personas que habíamos logrado crear unmundo diferente, una isla dentro de un mundo en continua ebullición, fueron perdiendose, unos porque la vida les llevo por caminos muy diferentes a lo que ellos pensaban y otros porque se sumergieron en infiernos de drogas y alcohol, soledades y vacíos.
Así, poco a poco, yo también fui diluyendome en una rutina de trabajo y silencios- aunque siempre iba a mi trabajo en mi bicicleta-, en un mundo gris y opaco, olvidando lo que aquellos años me habian aportado, apenas me veía con alguno de aquellos compañeros de camino y, cuando nos veíamos sólo hablábamos de aquellos tiempos, tiempos muertos que nunca más volverían, tiempos idos como aquellas nubes de verano, pues ninguno éramos aquellos que fuimos.
El paisaje que ahora veía en mi vida, gris y vacio, poco o nada tenía que ver con aquelos hermosos paisajes interiores de aquellos años, hasta que llego ella.
Un día que quede con Pedro, en aquel viejo bar de Malasaña, -por el que siempre íbamos en tiempos de estudiantes-, fuí hasta allí en mi eterna bicicleta negra y cuando estaba encadenándola apareció una chica también en bicicleta, la dejo al lado de la mía, nos miramos, y desde entonces el único paisaje que siempre quiero ver, es el que vislumbro en el interior de sus ojos.
Y, te lo cuento a tí, ahora que estas aquí, con pocos minutos de vida en este mundo, hijo, ahora que ella descansa y duerme.

2 comentarios: