domingo, 7 de marzo de 2010

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Un día cualquiera

Suena el móvil en mi bolsillo. ¡¡Vaya!!, es P. Freno la bici. Una señora pasea a su perro. Huele a lluvia. ¡¡Sí!!, contesto................¡¡vale!!, nos vemos allí, ciao. Un coche me roza la pierna. ¡¡Hijo de .........!! Están de obras n la calle, esquivo una carretilla. Meto el 14. Escaparates. Tengo que comprarle algo. Una niña me mira y yo a ella. La mamá le tira del brazo. Ruido y más ruido. Pongo el 16 y seguidamente bajo de plato. ¡¡Esta cuesta!!
Me vienen recuerdos del finde en la sierra. El autobús frena. Me echo a la izquierda. Pedaleo con fuerza y, llego al final de la cuesta. Meto el 14 y subo plato. El sol me da en los ojos. No veo. ¡¡Esta calle siempre con el mismo tráfico!!. ¿Dónde vas, hombre, con ese trasto?, me dice un tío con pinta ejecutivo, desde su "flamante" coche. Le miro y le sonrío. A unos diez metros más adelante él se para, y yo sigo y le digo adiós con la mano izquierda. Meto el plato grande. Voy a la librería Altair, callejeo y aparco. Unos ojos verdes me miran, yo a ella también. Dejo la bici en la barandilla. Entro a la librería. Tienen una música hipnotizante en la librería, me relajo. Son 15 Euros. Tenga. Gracias. Ciao. Salgo , quito el candado. Me monto en la bici. Meto el 16. Empieza a llover. Salgo a la calle Princesa. Bajo piñón. Obras y más obras, cada vez me parece más, que en vez de ir en bicicleta, hago slalom con unos esquíes con ruedas. De reojo la gente pasa y pasa. Sigo bajando. Un coche se salta el ceda el paso. Toco freno. No sé para qué tanta prisa, pues se ha quedado en el atasco. Giro. Meto el 14. Empieza a llover más fuerte.
Las gotas se deslizan por mi nariz. Voy a llegar calado. En las cercanías del parque huele a tierra mojada. Recuerdos. Sale el sol. Deja de llover. Entro en la estación. Saco el abono. Paso el tórculo. Me miran raro. Yo, a lo mío. 5 minutos para que venga el tren. Saco un boletín de una asociación de ciclistas urbanos, llamado Ciclopedia. Leo. Un señor mayor se me acerca y me pregunta: ¿Se puede llevar la bici en el tren?. Le contesto que si, desde hace unos años no hay ningún problema. Pone un gesto de extrañeza y se aleja. Caras serias. Me pregunto porqué la gente siempre va tan seria.
Una chica canta con los cascos puestos. Viene el tren. Subo, dejando que entre la gente primero. Hay un sitio para la bici. Me siento. Sigo leyendo el Ciclopedia y un relato titulado: "Un día cualquiera". Esta curioso. Sale el tren a la luz, después de ir por estaciones bajo el subsuelo de la ciudad. Me quedan varias estaciones. Desde la ventanilla izquierda se ve, lejos, en el horizonte la sierra completamente nevada. Anuncian por megafonía mí estación. A mi izquierda, ahora, el bosque de encinas y los ciervos. Guardo el Ciclopedia en la alforja. Me bajo. Bajo la rampa de la estación camino de la calle. Salgo. Me subo a la bici. Taxis esperando a los clientes con maletas. Meto el 16. Bajo la calle principal. El aire aquí es limpio. No hay ruidos de maquinas trabajando. Subo plato. La calle se estrecha. Llego a las cercanías de un parque. Me meto por el parque. Bajo el ritmo. Me paro para ver a los jugadores de petanca. ¡¡Ahí va!! Las 6.25. Si he quedado a las 6.30. Enfilo por el parque camino del café donde hemos quedado. Allí están todos. Saludos. Pongo el candado. La bicicleta se queda en la calle. Nosotros animadamente tiramos de las orejas a P, al calor de la tarde en un bar.

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