Acabo
de terminar de leer un libro titulado: Exhibición de Atrocidades, de
J.G.Ballard, un libro en el que Ballard pinta un mundo caótico, violento,
sórdido, donde la guerra de Vietnam, los coches, las máquinas, la sexualidad
como un lugar donde refugiarse, un mundo en que los personajes se mueven entre coches y camas bajo el
aliento de un deseo sexual enfermizo, este deseo late en toda la obra, el caso
es que el texto que tenéis más abajo esta influenciado por esta lectura, yo he
cogido la bicicleta y la mujer como puntos de interés.
Después
de leerlo, vais a “ver” la bicicleta de otra manera, ¡¡JA!!, ¡¡JA!! ,JA!!.
Gracias.
La exhibición de atrocidades “biciosas” (Homenaje a J.G.Ballard)
El cuadro de la bicicleta, con su geometría exacta de tubos
cilíndricos, y sus ángulos precisos, en perfecto equilibrio con tus muslos,
contrastaba con las pequeñas manchas de aceite que chorreaban por tu tobillo
derecho, deslizándose lentamente por tu piel, creando una imagen obscenamente
sucia, acrecentada por el lento girar de los pedales.
La brisa de la mañana movía tu melena, al tiempo, que un
gemido escondido se dejaba sentir tras el pedaleo parsimonioso y, al calor de
tu cuerpo, el sillín se estremecía cuando el cuero terso se dilataba en
milímetros de exaltación pseudo erótica.
Los dientes, de los grasientos piñones, duros y brillantes,
penetraban lentamente en los intersticios milimétricamente exactos de los
lubricados eslabones de la cadena, creando una escena orgásmica en un mundo
frío y distante, en un mundo de metal.
Así, te dejabas deslizar por fantasías cargadas de deseos
escondidos, en los que la unión de tu bicicleta y tu cuerpo hacían humedecer
tus sentidos hasta límites difícilmente soportables y, notabas, como todo tu
ser se estremecía de placer por el simple hecho de montarte encima de ella. Era,
cuando en un continuo fluir de imágenes que pasaban por tu recuerdos añorabas
aquellos intensos momentos cuando gozabas con cada subida y cada bajada,
notando en tu sexo el ardor de una pasión desbocada.
En tus axilas, humedecidas por el esfuerzo constante y
rítmico se dejaban vislumbrar pequeñas gotas de sudor que se deslizaban
lentamente por tus costados, caderas y muslos, mojando con ello pedales, bielas
y cadena, llegando a empapar tu paseo con deliciosas fantasías lubricas.
Te estremecía el más mínimo roce de tus dedos sobre los
puños de cuero del manillar, de tacto suave, terso, cálido, sintiendo la
sensación de acariciar un miembro viril masculino
De tu grácil cuello, lentamente, se deslizaban pequeñas gotas
de sudor que bajaban por tu escote para introducirse entre tus senos y empapar
tu ombligo mojando tu sexo, ya, húmedo y caliente.
En cada pedalada, entre los húmedos y sensuales labios de tu
boca, surgían imperceptibles susurros de placer, provocados por ese constante y
rítmico movimiento.
Las formas sinuosas de tus pechos contrastaban con la
rectitud del manillar, que en una perfecta armonía de contrastes se sumaban a
las líneas curvas de tus caderas y tus muslos, cuando estos abrazaban el cuadro
de tu bicicleta, haciendo de todo ello una bella conjunción geométrica de
paralelas y sinuosidades turgentes.
Los tenues pliegues de tus ingles, enmarcaban en tu vaporoso
vestido la forma triangular de tu pubis, que acariciaba con lentos movimientos,
apenas perceptibles, la erecta forma de un sillín brillante y lustroso, como un
glande a punto de estallar.
La fresca brisa de la mañana pegaba tu vaporoso vestido a
tus pechos, excitando levemente unos pequeños pezones, que como pequeñas
válvulas de escape anhelaban salir de ese etéreo tejido y encontrar su libertad.
Y, así, lentamente, entre oníricos ardores………… llegabas al
trabajo donde te esperaba una agotadora y dura jornada, llena de rutinas y
diálogos grises y aburridos, hundiéndote despacio en las arenas tibias de la ciénaga
diaria.
¿Y dónde dices que puedo comprar esta bicicleta?
ResponderEliminar:D
Un saludo
¡¡Muy bueno!!, ¡¡ja!!,¡¡ja!!
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