miércoles, 5 de febrero de 2014

Texto

El valor de las pequeñas cosas, el valor de los pequeños instantes

Salgo a dar un sencillo paseo al atardecer en bicicleta. Sobre mi rostro los rayos del sol se posan como pequeñas caricias de luz. Pedaleo despacio, el aroma del bosque me llena de sabores los sentidos. La suave brisa me acompaña, sutilmente, sin llegar a ser una molestia, casi, como una dulce caricia del aire. Los recuerdos del ayer se agolpan en mi cabeza, pero, sin agobiarme; despacio, voy por la senda trazada en el interior del bosque, los sonidos de los infinitos pájaros me rodean como si estuviera dentro de un anfiteatro etéreo, lleno de colores musicales: aquí un color rojo, allí otro azul turquesa, por allí, asoma uno anaranjado…….., ¡¡ que bello arco iris de sonidos, que armonía!!.
Más despacio que yo, la luz cálida del atardecer se desliza hacía el azul de la noche, hacía esos tonos fríos de la oscuridad, sólo rotos por la luz fría de la luna.
Pedalada a pedalada noto como mi cuerpo empieza a entrar en calor, con la sensación de volar sobre el tiempo, envolviéndome de luz, de sonidos y de gratos aromas.
Soy uno con el entorno, formando parte de él, del bosque, no pienso en grandes distancias, ni en inabarcables proyectos, ni en poseer, poseer, poseer, cosas que jamás me darán las sensaciones de este momento, único e irrepetible; alguien me dijo una vez que: toda la vida es ahora, y realmente pienso ahora que es así, pues el pasado se fue, el futuro no esta y, solo nos queda este presente escurridizo, que huye como ésta luz,, para perderse en otros horizontes, en otros espacios, en otros mundos.
Ahora, aquí, cuando el medico me ha diagnosticado mi limitado futuro, pienso en todas aquellas personas que no dejan de pensar en tener, consumir, llenar su vida de objetos inútiles y ausentes de vida, pues solo emanan muerte; pienso en esos pensamientos que como veletas van de aquí para allí, no llegando nunca a satisfacer en realidad lo más intrínseco del ser humano y lo que verdaderamente le hace sentirse pleno; pienso en cuanta vanidad y soberbia surge de los actos humanos, creyéndose poseedores de la verdad, cuando en realidad somos simples animales limitados en el tiempo,……….., pienso en este instante como un tesoro, un maravilloso regalo.
Pienso que el año que viene no volveré a ver estos pétalos blancos en las primeras flores de los almendros, con su suave perfume y en su deslumbrante blancura ahora tenuemente rosácea por los últimos rayos de luz. Pienso en que no volveré a ver otra primavera.
Las sombras se alargan, la luz se va y los sonidos del bosque se mitigan, los pájaros se recogen en sus lugares ocultos, y yo vuelvo al calor de la casa para escribir estas sencillas líneas, llenas de letras, llenas de palabras, intentando apresar el regalo de este atardecer.

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