domingo, 19 de agosto de 2012

textos

El Autobús


En la calle la luz empezaba a desaparecer de los tejados de las casas y el azul del cielo dejaba paso a unos tenues velos rosados, que anunciaban que el dia iba dando paso a la noche. En las aceras, las personas caminaban con prisa, unas haciendo sus últimas compras, otras volviendo veloces del trabajo a casa, para estar con los suyos.
Dentro del café el ruido de cristales, voces y murmullos apagados creaban una atmósfera ideal para perderse en ideas o sentimientos apenas esbozados. Ahí me encontraba, intentando escribir algo. Con la mirada perdida y el bolígrafo despegado del papel miraba la calle, miraba la luz como iba poco a poco perdiendo en intensidad y dando paso a la luz de los viejos faroles, intentando encontrar las palabras justas para describir a aquellas dos personas y lo que les ocurrió o quizá debiera decir, lo que les pudo ocurrir un día en el que yo me encontraba trabajando aquí en esta misma mesa.
Debió de ser hace cosa de un mes, cuando ocurrió.
Yo, como siempre, soy un asiduo a este café, y a esta mesa, y suelo venir como a las 19.30h,y estoy como hasta las 21h. Casi siempre, a las 20h, solía pasar calle abajo una chica en una bicicleta negra. Un día la vi por casualidad, me quede con su porte y su figura y así casi sin querer, llegando las 20h levantaba la vista del papel y miraba a través de los grandes ventanales del café para ver si la veía pasar, con su aire de elegancia y su melena negra al viento. Era hermoso verla romper esa estética de la ciudad con sus coches y sus autobuses. La imaginaba una mujer independiente, con fuerte personalidad y nada abocada a dejarse llevar por la vulgaridad que la rodeaba, ya el mero hecho de moverse en bicicleta lo dejaba claro, en una ciudad como ésta había que tener agallas para lanzarse a las calles y desplazarse por ellas.
Todos los días pasaba también sobre las 20.30 un chaval en bicicleta, pero éste, al contrario que la chica, pasaba en sentido contrario, naturalmente aunque éste rompiera también la estética de la calle, la verdad, no me molestaba mucho en verlo pasar.
Imaginaba un encuentro casual entre ellos dos y como actuarían en ese instante, a lo mejor se conocían ya de algún club de ciclistas urbanos o de verse por las calles de la ciudad y se saludarían. Imaginaba un encuentro, entre romántico y exótico, o quizá unas miradas de aprobación y solidaridad entre colegas. O tal vez por qué no, surgiría un flechazo a simple vista. Qué pasaría. A decir verdad algún día tendría que pasar y eso pasó aquella tarde pero con un inesperado resultado final.
Una tarde que estaba como siempre repasando unas notas, serian en torno a las 20h, cuando ocurrió.
Levante la vista del papel y allí en el semáforo de la esquina estaba parada la chica de la bicicleta, el semáforo se puso en verde y ella como estaba más adelantada que los coches, salió la primera, estaba impresionante con un jersey de muchos colores y unos maillots rojos y la melena recogida hacia atrás. Poco a poco, pedalada a pedalada se acercaba a los ventanales del café, cuando desde el otro punto de la calle pude vislumbrar al chaval que venía como despistado, pedaleando con cierto ritmo, pero como sin esfuerzo, en ese momento pensé ¡¡ ya esta!! Ya va a ocurrir; pero creeréis creer, que en el momento en que los dos se iban a poner en paralelo, entre ellos dos se puso un autobús que impidió que llegaran a verse siquiera.
Después de lo sucedido me puse a pensar en la fugacidad del presente, de la cantidad, de probabilidades que surgen al realizar una acción, sea esta cualquiera que sea, y que por lo tanto cualquier acto realizado tiene una respuesta y esta a su vez otra y así hasta crear una gran tela de araña de actos que configuran nuestra existencia y lo que puede llegar a pasar o no pasar, en un mismo espacio, en el mismo tiempo, o en como se podrían llegar a cruzar las vidas, los sentimientos, si un autobús no se pusiera entre medias en algunos momentos de nuestras vidas.

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