lunes, 4 de noviembre de 2013
Ficha de Ruta
RUTA: Ruta por Bellos, Bujaruelo, Ordesa
DURACIÓN: La ruta se hizo en 4 días
RECORRIDO: El viaje lo empecé en la
localidad de Ainsa, pedaleando hacia Escalona, y subiendo por el desfiladero
del río Bellos, dejando el cañón de Añisclo a la derecha, para continuar a la
localidad de Fanlo, para continuar en bajada a Sarvise y Broto y llegar por la
tarde a la localidad de Torla.
Al siguiente día cogí la
bicicleta con los bultos justos para llegar a Bujaruelo y el valle de Otal,
hacer algo andando y volviendo por la tarde a Torla.
El tercer día de ruta pedaleé
camino de Ordesa también con los bultos justos, dejando la bicicleta y
calzándome las botas para subir hasta Soaso y pasar todo el día en el Parque
Nacional.
El cuarto día salí de Torla
dejándome acompañar por el río Ara, a mí derecha hasta Ainsa y dando por acabada
esta pequeña ruta en la que he conjugado bici+ paseo.
CARTOGRAFÍA: Con el mapa
provincial de Huesca, escala: 1: 200.000, no hay problemas.
CÓMO LLEGAR: Usé coche privado.
CÓMO VOLVER: Volví lógicamente, en el mismo vehículo.
BICICLETA RECOMENDADA: Cualquier
bicicleta pensada y preparada para llevar alforjas y equipaje puede usarse,
aunque quizá sea preferible una de montaña.
DÓNDE PERNOCTAR: Hice
noche en un hotel en Torla, como campo base para todos los días.
ÉPOCA: La ruta la realicé
en otoño (31 de Octubre al 3 de Noviembre).
Espectacular el colorido en
esta época.
DIFICULTADES: Realmente al ser una ruta con un
kilometraje corto no hay excesivas durezas, no es una ruta dura con cotas
altas.
ATRACTIVOS DE LA RUTA: El
impresionante entorno del Parque Nacional de Ordesa y sus alrededores son un
entorno privilegiado y en la época que realicé la ruta es sencillamente
espectacular.
Los contrastes de color y la Naturaleza en si misma lo dicen
todo.
martes, 29 de octubre de 2013
texto
La chica, la bici y
la luna
Había conseguido
llegar a donde yo quería. Desde hacía mucho tiempo lo había estado buscando, pero
no conseguía encontrar la manera de entrar, pero, al fin, ahí había estado, justo
donde me habían dicho que la encontraría.
Todo empezó hace ya
mucho tiempo, demasiado tiempo……………
Una mañana, me dirigí
a ver una exposición de pintura en una pequeña galería de Arte que habían
abierto hacía poco en la zona. En principio, yo no era un entendido en materia
de arte pero me gustaba apreciar las formas, las composiciones y la manera que
los creadores tienen de percibir el mundo. Así que me dije, me voy a acercar a
ver que ponen, así que allí fui. Llame a una amiga y quedamos en vernos en la
entrada de la galería. Cuando llegué mi amiga estaba esperándome, entramos.
En la galería había
unas cuantas personas ya, curioseando y apreciando algunas de las obras que
colgaban de las paredes. Cogimos un folleto que nos entregaban a la entrada y
estuvimos hojeándolo antes de entrar;
por lo que pudimos apreciar en él, el autor dejaba patente su pasión por
los paisajes abiertos y casi misteriosos, un poco a la manera de G. D.
Friedrich. Yo me quedé sorprendido por la biografía del artista, y de su larga
y dilatada carrera. Empezamos a recorrer la exposición, francamente las
primeras obras no me decían nada en particular, eran meras marinas sin ningún
tipo de particularidad salvo que estaban pintadas con una luz de luna, de luna
llena, y esa luz se reflejaba en el agua, en un agua oscura, profunda y misteriosa.
Según íbamos recorriendo la sala, la luz poco a poco se iba como apagando o por
lo menos a mi me lo parecía, mientras que de los cuadros empezaba a surgir una
luminosa y azulada luz interior, la atmósfera de la sala empezaba a tornarse
fresca como si estuviéramos dentro de los cuadros y la brisa del mar acariciara
nuestra piel, podíamos apreciar el sonido de las olas rompiendo en los cercanos
acantilados y el murmullo del agua deslizándose por la arena de la playa. Hasta
que llegamos a una obra misteriosa y mágica a la vez, en ella se podía ver a
una chica de espaldas, desnuda, con una larga y negra cabellera al lado de una
bicicleta blanca, mirando fijamente al profundo y misterioso mar, en el momento
en el que salía una deslumbrante y luminosa luna llena.
Mire el catalogo de
precios y vi que no estaba marcada por ningún lado. Terminamos la visita a la
exposición y nos fuimos a tomar algo.
Al día siguiente
conseguí encontrar un hueco en el trabajo y bajé de nuevo a la galería, pues me
había quedado prendado de la pintura de la chica, la bici y la luna. Al llegar
a la galería vi que estaba el autor de las obras y me dirigí a él, estuvo muy
amable explicándome un poco su obra y en concreto del cuadro que me interesaba
a mí. De él me estuvo diciendo que había sido pintado poco después de que él
saliera de un terrible accidente de coche que estuvo a punto de quitarle la
vida. Él, cuando estaba en coma llegó a entrar en un paisaje como los
retratados y ver a la chica con la bicicleta al borde del agua en una playa
larga e infinita, en una noche de luna llena e inconscientemente pintó casi
toda la obra que tenía expuesta después de salir del hospital.
Compré la obra y la
colgué en el salón de casa. Me pasaba horas mirando aquel cuadro, deseaba
entrar en él, deseaba conocer el rostro de la chica de la bici, deseaba sentir
la brisa del mar acompañado de esa mujer, pero no sabía cómo, hasta que pasaron
los años y llegó el día esperado.
Un día, ya mayor,
cruzando la calle me atropelló un coche, estuve en coma durante semanas; días
después tuve un sueño, soñé que había estado en una playa, oscura, misteriosa. En
él algunas estrellas se podían apreciar en el cielo, En el horizonte se podía
vislumbrar un pequeño rayo de luz blanquecina y definiéndose un poco más un pequeño
arco luminoso, era la luna que empezaba su ascenso por el cielo, justo enfrente
de donde yo estaba en ese momento. Y, de repente ocurrió, de una pequeña
abertura en el acantilado salió una chica vestida de blanco, pedaleando sobre
una bicicleta blanca, se acercó al agua, dejó la bicicleta, se desnudo, me miró
y me indicó que me acercase a ella, me cogió de la mano y juntos nos metimos
lentamente en el agua. La luna llena iluminaba nuestros cuerpos hasta que
desaparecimos bajo las oscuras y profundas aguas del mar.
viernes, 25 de octubre de 2013
texto
El ejecutivo
La estación estaba llena de gente, iban de aquí para allá
creando una sensación como de hormigueo o de panal de abejas, todo el mundo de
un lado para otro, unos buscando a alguien, otros la mayoría, yendo rápidamente
al anden por el cual salía su tren, cargados con sus bultos, sus maletas y
demás enseres. La verdad es que no era de extrañar siendo el día que era. Miré
en el panel de información la vía por la que salía mi tren. Me dirigí a la vía
10 por la cual salía el Regional con destino a la ciudad de León; subí a mi
vagón y me senté en el asiento que correspondía a la cifra que indicaba mi
billete, el número 124, saqué el ordenador portátil y me dispuse a leer con
tranquilidad las noticias acaecidas en el mundo. Lo siento, todavía no he dicho
que era un ejecutivo de una empresa, con una sede en León y con una muy buena
proyección en el mercado internacional y me dirigía a solventar “in situ”
algunas gestiones en nuestra sede de León. Iba a intentar cerrar un contrato
con una firma sueca que venía a instalarse allí y que con nuestra colaboración
daría, un, si cabe, mayor impulso al negocio en el que estábamos embarcados. Una
asociación que venía bien a ambas partes.
Pero, la verdad, no estaba cómodo, me sentía como vacío
realizando este trabajo, no sé, me faltaba algo, pero no sabía qué.
Faltaba poco para salir cuando de repente unas voces me
rompieron la concentración de la lectura. Unas cinco personas entraron con seis
bicicletas por la puerta que tenía enfrente de mí – y que daba a un espacio
diáfano – todas las bicis llevaban alforjas, unas en su parte trasera y
delantera, otras sólo en la parte trasera. Me sorprendió que fueran cinco y
llevaran seis bicicletas, ¡¡bueno!!, me dije, se encontraran con alguien en
otro sitio o alguien se ha quedado en el hall de la estación comprando algo. Se
movían con rapidez, había uno que debía ser el que tenía más experiencia en el
tema, que daba indicaciones de cómo tenían que quitar los bultos para que las
seis bicis se pudieran apilar en una parte del espacio ubicado para ellas, y
así tener más hueco para poder estar más cómodos dentro del vagón.
Me quedé observándoles, - ya rota la concentración de la
lectura – y pude comprobar que eran tres chicos y dos chicas, tenían los
rostros curtidos por el sol y por el aire, y se les veía alegres y distendidos
en sus maneras de comportarse. De repente el tren se movió, por fin nos íbamos.
Todavía seguían colocando sus equipajes los ciclistas cuando la puerta que daba
a la cabina del maquinista se abrió y salió el interventor pidiendo los
billetes, les dijo a los ciclistas que adonde se dirigían y que si podían
hicieran el favor de colocar mejor las bicicletas para que no obstaculizaran el
paso. Ellos retocaron un poco las posiciones de las bicis y se acoplaron en los
asientos que había. El interventor ni se fijo en que el número de personas no
coincidía con el número de bicicletas, y siguió su rutina habitual de verificar
los billetes a los demás pasajeros del tren.
Llevaríamos una hora de viaje más o menos cuando cansado de
trabajar con tablas y balances, levanté la vista del portátil y me fijé en los
ciclistas, eran cuando menos peculiares, nada parecido a los que veía
normalmente por las carreteras o por esos carriles bicis los domingos por la
mañana, todos ellos enfundados en sus maillots o culottes. Uno de ellos, el que
más cercano se encontraba de mí estaba leyendo un pequeño libro, su rostro
estaba concentrado en la lectura; una de las chicas, se quitaba de vez en
cuando unas minúsculas gafas, reflexionando y se ponía a escribir algo en un
pequeño cuaderno, color sepia y con aspecto de muy usado. Los otros chicos
estaban jugando al scrabble en un tablero minúsculo, de estos pequeños, en los
que las fichas están imantadas por debajo. Y la chica del fondo miraba ensimismada
el paisaje que discurría detrás de los cristales del tren. Me quedé
observándola detenidamente, tenía una presencia como de diosa griega, melena
recogida en una pequeña trenza por detrás y un semblante sereno y distante, que
la hacían distinguida y altiva, de sus ojos claros se desprendía una luz limpia
y bella, me pregunté en donde estaría en este momento, en qué o en quien
estaría pensando o, quizá, simplemente miraba al horizonte infinito, que se
divisaba desde el tren en ese momento. No lo sé, pero me quedé tan embelesado
contemplándola que me vi montado sobre una bicicleta y percibiendo el paisaje,
los días y la vida de otra manera. Me vi surcando desfiladeros, en los que la
luz del sol apenas entraba y por los que corría un río de aguas transparentes y
cristalinas, me vi rodeado de árboles, en un bosque impenetrable, me vi
despertándome al amanecer de un nuevo día en un valle lleno de color y de luces
cuasi mágicas.
…………….
El tren llegó a León y en el asiento 124 alguien dejó un
ordenador portátil, una corbata y una chaqueta; por la carretera camino de la
reserva nacional de Mampodre se deslizaban seis bicicletas y seis viajeros,
pedaleando sin prisas, la luz del sol bañaba sus rostros y la armonía les
acompañaba.
martes, 22 de octubre de 2013
texto
Llovía
Llovía, las pequeñas gotas de agua se deslizaban lentamente
por el cristal de la ventana,
y como un rítmico tic-tac de un reloj se dejaban oír en el
canalón creando una hipnótica atmósfera. Detrás de los cristales, dejándose
llevar por ese constante sonido, la mirada gastada de Cristóbal se perdía en la
nostalgia del pasado y, en un sueño lejano, inalcanzable; detrás de él, sentada
con una tela entre las manos, Soledad cosía, cercana a la lumbre del hogar………..
Apenas habían salido nunca del pueblo, salvo Cristóbal
cuando tuvo que hacer el servicio militar, que tuvo que bajar a la ciudad más
importante de la región. Ambos habían llevado una vida tranquila aquí en el
pueblo, se conocieron en las fiestas, un verano, y a partir de ahí toda la vida
sin separarse uno del otro. Cristóbal trabajando en el campo y Soledad cuidando
de la casa y de los niños. Alguna vez a Cristóbal se le pasaba por la cabeza
que no le había dado a Soledad alguna sorpresa, como por ejemplo, un viaje,
pero es que siempre habían tenido mucho trabajo en los campos, con la casa, con los niños, que les impedía hacer
esa escapada, pensada por Cristóbal, además carecían de coche y la verdad es
que a Cristóbal nunca se le había ocurrido tener uno, allí en el pueblo se
vivía bien sin esos trastos.
En todo esto pensaba, mientras miraba a través de los
cristales, como la lluvia caía mansamente mojando los prados, ahora, de un
verde más intenso que de costumbre; el campo estaba bonito así, mojado y desde
la ventana se podía apreciar el centenario bosque de castaños que ya empezaban
a colorearse, tomando esos colores calidos que tanto les gustaban a ambos,
cuando la lluvia diera descanso y llegaran días en los que los rayos de sol
calentaran la tierra y los campos, irían al bosque a coger castañas para
después comérselas al calor de la leña. Lo que más le gustaba a Soledad no era
el hecho mismo de ir a por castañas, sino andar, sentir, oler el bosque húmedo
y como la hojarasca se enredaba bajo sus zapatos de madera, con ese sonido tan
particular. Ella siempre encontraba un pequeño hueco en las labores diarias
para salir a dar pequeños paseos por él, ahora eran cada vez más cortos, porque
las piernas no eran las de antes y porque ahora iba con Cristóbal y de vez en
cuando se paraban a contemplarlo callados, silenciosos, escuchando los
infinitos cantos de los pájaros del bosque, al lado del arroyo que bajaba de la
montaña, una montaña que presidía el valle como si fuera una poderosa ave
rapaz, abriendo sus extraordinarias alas y abrazando el valle, al pueblo y al
bosque.
La tarde transcurría en paz; en el horizonte, el cielo
grisáceo empezaba a dejar ver pequeños claros de color azul, que empezaban a
dejar entrar incipientes rayos de sol que iluminaban el bosque, creando
pequeñas volutas de vapor, que ascendían al cielo, creando una sensación de
pequeños incendios entre los centenarios castaños. Poco a poco los rayos del
sol fueron invadiendo el valle y la luz empezaba a llenarlo todo, cuando
Cristóbal vio venir a lo lejos, por la carretera dos siluetas, un poco más
tarde percibió con más claridad que se trataba de dos personas, dos ciclistas
que iban cubiertos con chubasqueros y cargados de alforjas. Apenas se les
podían ver los rostros pues los cubría una capucha. Se pararon justo debajo de
la ventana donde Cristóbal les observaba.
Despacio, bajaron de sus bicicletas y se empezaron a quitar
los chubasqueros, entonces Cristóbal advirtió que eran una mujer y un hombre,
pero cual no sería su sorpresa cuando los dos ciclistas levantaron sus rostros
hacía donde él estaba: eran él, Cristóbal y Soledad quienes estaban allí,
riéndose, mirándole, con las caras empapadas por la lluvia, pero felices, al
lado de unas voluminosas bicicletas…………….
Llovía, y las gotas caían repetidamente en el canalón,
creando una hipnótica atmósfera. Detrás de los cristales Cristóbal se perdía en
un sueño y Soledad le acompañaba.
sábado, 19 de octubre de 2013
lunes, 14 de octubre de 2013
texto
Una escapada otoñal
en el Alto Tajo
Bancos de niebla al amanecer en el Alto Tajo,
seis bicicletas siguiendo hilos de agua,
oro en los álamos, rojo en los arces, verde en los pinos,
palabras, diálogos, calma,
corcheas en el cielo, música del aire,
el bosque, el silencio, la luz,
los pinchazos, las sonrisas, el atardecer,
bramidos en la profundidad del bosque, en la noche
estrellada.
Desayunos luminosos, el bosque,
perro aristocrático encima de una mesa,
aguas cristalinas del color de la belleza,
seis miradas posándose en una laguna,
comida casera, ovejas, subida, subida, subida,
la luz se va,
pequeñas luciérnagas deslizándose sobre una bicicletas bajo
el crepúsculo
y, unas pocas palabras escondidas en el recuerdo.
viernes, 11 de octubre de 2013
texto
Texto inspirado en el poema “Cuando seas vieja”
(When you
are old), de W.B.Yeats
Delante el fuego
Allí estabas, sentada delante del fuego, escuchando el
crujido de los leños al partirse, mientras las llamas ascendían sinuosas y
envolventes, y tu mirada se perdía en esa luz.
En la calle las farolas iluminaban las pequeñas callejuelas
mientras caía mansamente la nieve, cubriéndolas de un incipiente manto blanco,
como el color que también cubría desde hace años tu larga cabellera, recogida
como de joven, en una pequeña trenza, dándote ese aspecto de diosa griega que
siempre habías tenido. A tu lado, en una pequeña mesa de madera oscura se
amontonaban cartas, postales, fotografías, recuerdos de un pasado lejano. En
tus manos, tenias un pequeño diario que lentamente leías, mientras el fuego se
reflejaba en tus ojos claros y tu mirada se perdía en los recuerdos.
En aquellas páginas veías a una mujer joven que un día había
decidido romper con la rutina de una vida demasiado cómoda, y que ansiaba
descubrir aprehender el mundo que la
rodeaba. Que un buen día cogió una bicicleta y decidió ser una nómada, una
errante sobre dos ruedas; en las alforjas colocaste las pocas cosas que de
verdad necesitabas, entre ellas las más importantes: ilusiones, anhelos,
esperanzas y el alma abierta de par en par. Por un momento, cerraste el diario
para mirar las llamas y, allí, ante el fuego de los recuerdos, volviste a ver
aquel día en que te despediste de familia y amigos.
Y, ante ti, se abrió un mundo desconocido del que tú querías
formar parte. Deseabas aprender, conocer, amar, vivir. El viaje te llevó por
caminos inimaginables, conociste costumbre, ritos, religiones, saberes; amabas
la libertad que te daba el hecho de levantarte cada día en un lugar nuevo.
Empezabas a darte cuenta de lo hermoso que era ir donde tu instinto te llevará,
aunque para ello tuvieras que pedalear, pero eso no te molestaba porque eras
tú, con tus músculos, con tu cuerpo la que se desplazaba al ritmo que tú
querías. La soledad no te molestaba, porque quizá tampoco era totalmente
absoluta, y en el camino siempre había alguien con el que compartir un poco de
tiempo.
Aprendiste del viento, de la lluvia, de los bosques, del
olor de las hojas verdes y de las hojas secas. Pedaleando supiste de sueños, de
ambiciones, de alegrías, pero también de miedos, de tristezas y de
desesperanzas. Así poco a poco, a tu alma fue llegando un poso de sabiduría y
de serenidad.
En la mesa, tenías varias fotografías de los diferentes
lugares por los que habías pasado, cada una de ellas te contaba una historia
diferente; mirabas la de aquella calle, en una ciudad de la India y te llegaban
perfumes, voces, gritos, luces, sonidos; cogías la de aquella mujer con su hijo en la espalda y te
llegaban sonrisas y colores llamativos; veías la de aquel lago, color esmeralda
y te venían sonidos del bosque y vuelos de aves poderosas; mirabas la de aquel
enorme animal al lado de tu bicicleta y pensabas en su mirada bonachona y
sabia. Mas cogiste una, que te sumergió en la tristeza, en tus ojos se dejaba
vislumbrar cierta nostalgia por aquel hombre que estaba contigo, junto a una
pequeña cabaña de madera; aquel hombre que como tú, amaba el aire libre, el
viento en el rostro, los olores del bosque al amanecer y las luces de las
montañas; la nieve, el mar, el cielo y la tierra. Ese nómada con el que fuiste
a lugares en los que la música la ponían vuestras risas y vuestros susurros,
con el que compartiste tus silencios y tu soledad; aquel ser que te llevó hacía
horizontes abiertos, tan abiertos como vuestros corazones errantes, juntos
atravesasteis bosques, desiertos, selvas; pedaleabais sin destino, sabiendo,
quizá, que el destino ya estaba en la mirada de uno hacía el otro.
Aquel que te dio miradas, besos, risas, abrazos, y buenas
luces. Aquel nómada que arraigo en tu corazón nómada.
Ahora a tus oídos llegaba el eco de su voz, y en tu rostro
se iba deslizando lentamente una lágrima, por aquel, que amó en ti tu alma
peregrina y también amo las penas que nublaron algunas veces tu rostro.
La nieve seguía cayendo suavemente sobre las pequeñas
callejuelas, mientras, al calor del fuego, recostada en el sofá, con una
fotografía entre las manos y tu vida pasando por tus ojos, recordabas como un
día aquel amor se fue, partiendo, como el aire, leve, etéreo, hacía lugares en
los que tú no podías acompañarle, escondiéndose, quizá, detrás de alguna
estrella.
lunes, 7 de octubre de 2013
sábado, 7 de septiembre de 2013
texto
La Ausencia
Ahí esta, recostada, con el puño izquierdo del manillar en la pared y el portabultos tocando ligeramente el mueble de madera, silenciosa, tranquila; la luz del sol entra suavemente entre las lamas de las persianas posando la luz sobre su manillar y parte del cuadro. La observo y mi mente retorna a aquellos parajes de un tiempo pasado, ya etéreos, donde esta bicicleta se deslizaba con su dueña pedaleando elegantemente por silenciosos caminos. Al despertar cada mañana siempre esta ahí, desde el día en que ella la dejo. Mirándola la veo a ella, oigo su voz, su mirada, sus palabras, es como si hubiera dejado parte de su ser y, esa parte de su ser me hablara cada mañana recordándome aquellos días de primavera en los que recorríamos paisajes rodeados de árboles, montañas y ríos, contemplando en verano horizontes infinitos antes de sumergirnos en un bosque mediterráneo para más tarde llenar nuestra miradas con el azul de un mar eterno.
Observándola con detenimiento recuerdo detalles de sandalias, aislantes y petates colocados caóticamente sin una simetría lógica, de ajustes de frenos con cuatro manos enfrascadas en tensar un solo cable. Al posar mi mirada sobre ella regreso a aquellos dulces momentos en los que cada pedalada nos traía belleza y poesía lentamente; regreso a aquel atardecer después de la lluvia cuando el bosque y las colinas que nos rodeaban estallaron en múltiples colores y olores, dejando matices, texturas y sonidos de pequeñas aves del bosque que llenaron nuestras almas de armonía y paz.
Ahí, apoyada en la pared, la bicicleta parecería como ausente, como muda, pero es en esa presencia, en ese silencio donde radica su voz, una voz llena de recuerdos, de risas, alegrías, carcajadas, aplausos en un mesón, pijamas grises, canciones en carreteras nocturnas, paseos entre cerezos en flor, miradas llenas de belleza.
Tranquila, reposa hasta que un buen día regrese su dueña, quien la ha de dar nueva energía, nueva vida, quien la hará rodar por caminos perdidos apenas hollados por huellas humanas, quien la llevará por instantes de libertad y plenitud.
Y, entonces la bicicleta hablara a su manera, deslizándose con la luz, siguiendo quizá hilos de agua o, caminos llenos de metáforas visuales, acercándose a pequeñas cascadas y dejándose mojar por pequeñas gotas de vida o, siguiendo la música de los infinitos cantos de los pájaros del bosque;………
--------------------------
.. ……y, la tenue luz que se filtra entre las persianas continua su lento transito dejando que la sombra de la bicicleta gris se deslice por la cálida jarapa, mientras, falta la voz, la mirada, la energía del ser que le da vida.
Ahí esta, recostada, con el puño izquierdo del manillar en la pared y el portabultos tocando ligeramente el mueble de madera, silenciosa, tranquila; la luz del sol entra suavemente entre las lamas de las persianas posando la luz sobre su manillar y parte del cuadro. La observo y mi mente retorna a aquellos parajes de un tiempo pasado, ya etéreos, donde esta bicicleta se deslizaba con su dueña pedaleando elegantemente por silenciosos caminos. Al despertar cada mañana siempre esta ahí, desde el día en que ella la dejo. Mirándola la veo a ella, oigo su voz, su mirada, sus palabras, es como si hubiera dejado parte de su ser y, esa parte de su ser me hablara cada mañana recordándome aquellos días de primavera en los que recorríamos paisajes rodeados de árboles, montañas y ríos, contemplando en verano horizontes infinitos antes de sumergirnos en un bosque mediterráneo para más tarde llenar nuestra miradas con el azul de un mar eterno.
Observándola con detenimiento recuerdo detalles de sandalias, aislantes y petates colocados caóticamente sin una simetría lógica, de ajustes de frenos con cuatro manos enfrascadas en tensar un solo cable. Al posar mi mirada sobre ella regreso a aquellos dulces momentos en los que cada pedalada nos traía belleza y poesía lentamente; regreso a aquel atardecer después de la lluvia cuando el bosque y las colinas que nos rodeaban estallaron en múltiples colores y olores, dejando matices, texturas y sonidos de pequeñas aves del bosque que llenaron nuestras almas de armonía y paz.
Ahí, apoyada en la pared, la bicicleta parecería como ausente, como muda, pero es en esa presencia, en ese silencio donde radica su voz, una voz llena de recuerdos, de risas, alegrías, carcajadas, aplausos en un mesón, pijamas grises, canciones en carreteras nocturnas, paseos entre cerezos en flor, miradas llenas de belleza.
Tranquila, reposa hasta que un buen día regrese su dueña, quien la ha de dar nueva energía, nueva vida, quien la hará rodar por caminos perdidos apenas hollados por huellas humanas, quien la llevará por instantes de libertad y plenitud.
Y, entonces la bicicleta hablara a su manera, deslizándose con la luz, siguiendo quizá hilos de agua o, caminos llenos de metáforas visuales, acercándose a pequeñas cascadas y dejándose mojar por pequeñas gotas de vida o, siguiendo la música de los infinitos cantos de los pájaros del bosque;………
--------------------------
.. ……y, la tenue luz que se filtra entre las persianas continua su lento transito dejando que la sombra de la bicicleta gris se deslice por la cálida jarapa, mientras, falta la voz, la mirada, la energía del ser que le da vida.
lunes, 2 de septiembre de 2013
Ficha de ruta
DURACIÓN: La ruta se hizo en unos 11 díasRECORRIDO:
El viaje lo empezamos en la localidad de Camprodón, pedaleando hacia Molló, y subiendo el coll de Ares para seguidamente entrar en Francia por Prats de Molló y de ahí a La Preste (zona de balnearios), antes de llegar a dicha localidad hay que tomar una carretera que queda a la de
recha en fuerte pendiente, que poco a poco nos ira acercando al refugio de montaña de Les Forqués, éste ya en una cota de 1625 mts, sobre el nivel del mar. Después se continua ascendiendo ya por una pista de esquí de fondo hasta la collada de Roques Planches ( cota de 2252 m), de ahí a Pla de Guillem ( cota de 2301) para bajar en fuerte pendiente y continua hasta la localidad de Casteil, desde aquí nos dirigiremos a la Abadía de San Martín de Canigou andando. Se continua ruta pasando por las localidades de Vernet les Bains, Villefranche de Conflets y Prades. Continuaremos por Vinça habiendo visitado previamente la Abadía de San Miguel de Cuixa. Pasamos por Boulternére dirigiéndonos hacía el sur camino de Ceret, desde esta localidad nos dirigiremos hacía el coll de Perthus y el Coll de L´Quillat volviendo a entrar en España por pistas al castillo de Requesens, siguiendo por pistas llegaremos casi al mar, ya, en la localidad de Llança, después Port de la Selva, San Peré de Roda, Cadaques, Cap de Creus, Rosas, Castillo de Ampurias, San Pere Pescador, Torroella de Fluviá, San Miquel de Fluviá, Vilahur, Esponella, Besalú, Banyoles, Santa Pau, adentrándonos en la zona volcánica de la Garrotxa, fageda de Jorda, Olot, San Julian de Vallfogona, Ripoll, recorriendo localidades como San Joan de las Abadesas y terminando nuestro periplo de nuevo en Camprodón. Cartografía: Con varios mapas: Uno provincial de Girona, escala: 1: 200.000, y dos más concretos de la zona pirenaica: uno de la zona del Canigou escala 1: 50.000 y otro de la zona del Rousillón de la misma escala 1: 50.000, carte de randonnées, no hay problemas.CÓMO LLEGAR: Usamos coches privados.CÓMO VOLVER: Volvimos, lógicamente, en los mismos vehículos.BICICLETA RECOMENDADA: Cualquier bicicleta pensada y preparada para llevar alforjas y equipaje puede usarse, aunque quizá sea preferible una de montaña.DÓNDE PERNOCTAR: Hicimos noche en campings.EPOCA: La ruta se realizó en verano, dada la disposición de tiempo de vacaciones.DIFICULTADES: La subida desde Prats de Molló hasta Pla de Guillem es muy dura, Desde el refugio de Les Forques el terreno es por una pista de esquí de fondo pero como podéis suponer en verano es un pedregal, la bajada también fue dura hasta el pueblo de Casteil. Más adelante la bajada desde el pico 3 termes hasta casi Llança también fue duro, el resto quitando la subida al monasterio de San Pere de Roda es más o menos suave.
NOTA IMPORTANTE: Para visitar la Abadía de San Martín de Canigou es mejor llegar temprano, pues la subida es dura y, para ello nada mejor que hacer noche cerca del pueblo de Casteil. Merece la pena.
ATRACTIVOS DE LA RUTA:
Empezando por la belleza del entorno pirenaico, las localidades con detalles medievales como Camprodón, Prats de Molló, la Abadía de San Martín de Canigou, Villefranche de Conflets, St Miguel de Cuixa, la “picassiana” ciudad de Ceret, donde Picasso convivió con creadores de las talla de Juan Gris, Max Jacob, Cocteau, Chagall y tantos otros….la belleza de la costa con pueblos como Port de la Selva, Monasterio de San Peré de Roda, Cadaques, el Cap de Creus, Rosas, los pueblos a lo largo del río Fluvia, Banyoles, la localidad medieval de Besalú, el también bello pueblo de Santa Pau, la zona volcánica de la Garrotxa y la fageda de Jorda, Ripoll, San Joan de las Abadesas.
Muchos y variados atractivos que impregnan esta ruta. Vosotros seguramente encontrareis muchos más.
sábado, 3 de agosto de 2013
viernes, 31 de mayo de 2013
texto
Texto surgido en una ruta de fin de semana organizada por Álvaro y Yolanda,
por Riaza y Tiermes
……….y, la Naturaleza creo un sortilegio de belleza, magia y esplendor
Estas pocas palabras entrecomilladas escritas más abajo hacen referencia exclusivamente al tramo “mágico” vespertino que recorrieron: Álvaro, Carlos, Reinhard, y Yolanda.
Podría escribir sobre los primeros pedaleos emboscados, sobre los pueblos con tono sanguina, sobre los espacios infinitos, sobre el reflejo de la luz de la luna en las diferentes miradas, sobre la magia de la hoguera y la fuerza que transmitía, sobre ese calor arcaico, ancestral que nos lleno de energía, pero, si algo supero con creces todas esas pequeñas-grandes cosas fue el tramo que recorrimos por la tarde, cuando os fuisteis todos dejándonos un pequeño poso de tristeza y vacío. Estas son esas palabras:
………….“y, la Naturaleza creo un sortilegio de belleza, magia y esplendor que llevo a cuatro amantes de la luz a pedalear entre la lluvia y el viento; a ver colores, texturas etéreas, arco iris, rayos de sol enfocando sólo a una ermita emboscada, a divisar a lo lejos veladuras de agua sobre las montañas, a sentir impresiones de ensueño, a ver horizontes sublimes hasta llegar a una puesta de sol extraordinaria, a sentirse abrazados por la vida, por la felicidad de sentirse vivos entre paisajes efímeros, entre momentos fugaces, ”…………….. pero, ninguno de estos paisajes descritos hacen sombra a aquellos vislumbrados en el interior de una mirada”.
Es muy difícil que con todas las personas que hicieron posible esta ruta, salga algo vacío, insulso.
Un abrazo “noctiluco”.
por Riaza y Tiermes
……….y, la Naturaleza creo un sortilegio de belleza, magia y esplendor
Estas pocas palabras entrecomilladas escritas más abajo hacen referencia exclusivamente al tramo “mágico” vespertino que recorrieron: Álvaro, Carlos, Reinhard, y Yolanda.
Podría escribir sobre los primeros pedaleos emboscados, sobre los pueblos con tono sanguina, sobre los espacios infinitos, sobre el reflejo de la luz de la luna en las diferentes miradas, sobre la magia de la hoguera y la fuerza que transmitía, sobre ese calor arcaico, ancestral que nos lleno de energía, pero, si algo supero con creces todas esas pequeñas-grandes cosas fue el tramo que recorrimos por la tarde, cuando os fuisteis todos dejándonos un pequeño poso de tristeza y vacío. Estas son esas palabras:
………….“y, la Naturaleza creo un sortilegio de belleza, magia y esplendor que llevo a cuatro amantes de la luz a pedalear entre la lluvia y el viento; a ver colores, texturas etéreas, arco iris, rayos de sol enfocando sólo a una ermita emboscada, a divisar a lo lejos veladuras de agua sobre las montañas, a sentir impresiones de ensueño, a ver horizontes sublimes hasta llegar a una puesta de sol extraordinaria, a sentirse abrazados por la vida, por la felicidad de sentirse vivos entre paisajes efímeros, entre momentos fugaces, ”…………….. pero, ninguno de estos paisajes descritos hacen sombra a aquellos vislumbrados en el interior de una mirada”.
Es muy difícil que con todas las personas que hicieron posible esta ruta, salga algo vacío, insulso.
Un abrazo “noctiluco”.
domingo, 12 de mayo de 2013
viernes, 10 de mayo de 2013
miércoles, 8 de mayo de 2013
Ficha de ruta
FICHA DESCRIPTIVA
RUTA: Por la Sierra de Cazorla, Segura y Las Villas
DURACIÓN: La ruta se hizo en 5 días.
RECORRIDO:
Salimos de la localidad de Cortijos Nuevos cogiendo un camino que nos llevó a la presa del Tranco, más tarde seguimos contorneando el embalse del Tranco hasta la localidad de Coto Ríos donde hicimos noche en uno de los campings cercanos. Al día siguiente hicimos el recorrido del río Borosa hasta su nacimiento en las lagunas de Aguas Negra y Valdeazores, pasando por la cerrada de Elías, volviendo al camping de Coto Ríos. El tercer día salimos camino de La Iruela, Cazorla, para coger la pista que nos llevaría por Riogazas al nacimiento del Guadalquivir, hicimos noche en Pte de las Herrerías. Al siguiente día seguimos por pista camino de Nava de San Pedro y de los campos de Hernán Pelea haciendo noche por la zona. El siguiente día atravesamos los campos de Hernán Pelea rumbo a otro de los nacimientos de río: el del Segura. Terminando la ruta atravesando la localidad de Hornos y cerrando el circulo en Cotos ríos.
CARTOGRAFÍA: Mapa regional de Jaén, escala 1:200.000, y alguno escala 1:25000 de la zona de los campos de Hernán Pelea.
CÓMO LLEGAR: Usamos coches dada la dificultad que últimamente pone Adif o RENFE, para llegar a la zona en el binomio ferrocarril+Bicicletas, aún así, y con tiempo, se puede ver la opción tren hasta la estación de Linares-Baeza y desde ahí y con más días llegar a esta zona.
CÓMO VOLVER: Volvimos, lógicamente, en los mismos vehículos.
BICICLETA RECOMENDADA: Es recomendable bicicleta de montaña.
DÓNDE PERNOCTAR: Hicimos noche en campings y por libre.
ÉPOCA: La ruta se hizo en Mayo.
DIFICULTADES: Esta ruta presenta cierta dureza, pues el recorrido es exigente, la sierra de Cazorla es agreste, pero la dureza se ve recompensada con sus paisajes.
ATRACTIVOS DE LA RUTA:
Esta ruta presenta los atractivos del propio entorno, rodeados de Naturaleza plena, los nacimientos del río Borosa y su recorrido son espectaculares, también es recomendable el curso del río Aguasmulas, las poblaciones de Cazorla y La Iruela, con sus bellas arquitecturas tanto en sus fortalezas, castillos, como sus iglesias, bóvedas enclavadas debajo de plazas como la de Cazorla. Los desfiladeros como el de Elías y el de Utrero merecen la visita y el recorrido entre Vadillo-Castril hasta el nacimiento el río Segura atravesando los campos de Hernán Pelea es de ensueño por la percepción única de estar dentro de la sierra, dentro de su esencia.
Las localidades de Hornos y Segura de la Sierra, por sus enclaves son también dignas de visitar.
martes, 7 de mayo de 2013
textos
Si supiera escribir sobre los rayos de luz, escribiría sobre un grupo de aguerridos viajeros atravesando un camino lleno de dificultades cual pruebas hercúleas: barro, árboles caídos, socavones, lodo, piedras.
Si supiera escribir sobre los silencios, escribiría sobre la calma del bosque al amanecer, sólo roto por los suaves cantos de las aves del bosque.
Si supiera escribir sobre las gotas de agua, escribiría sobre una senda emboscada en busca de un hilo de agua llamado Borosa y, de paredes verticales, de túneles excavados en la roca, de cascadas de luz.
Si supiera escribir sobre los manteles de un mesón llamado Guadalquivir, escribiría sobre miradas, risas, aplausos, risas, vinos, miradas, brindis, canciones,………belleza.
Si supiera escribir sobre las hojas de los árboles, escribiría sobre un bosque perdido en el tiempo, sobre la húmeda umbría de un rió deslizándose entre pinos, encinas y fresnos.
Si supiera escribir sobre la piedra de toba, escribiría sobre unos “iniciados” recorriendo una bóveda, por debajo de una población de luz.
Si supiera escribir sobre la brisa del atardecer, escribiría sobre una pista que abrazaba la montaña, rodeándola y penetrándola hasta llegar al nacimiento de un río llamado Guadalquivir.
Si supiera escribir sobre el viento, escribiría sobre unos campos diáfanos, llenos de luz, de viajeros en bicicleta recortándose en la lejanía para perderse en el horizonte en busca de otro hilo de agua llamado Segura.
Si supiera escribir, escribiría sobre aquellos hermosos paisajes apenas vislumbrados en el interior de la mirada de una mujer.
Si supiera escribir quizá no tendría palabras para describir este pequeño paseo por La Sierra de Cazorla con todos vosotros.
Gracias por ser y estar.
Si supiera escribir sobre los silencios, escribiría sobre la calma del bosque al amanecer, sólo roto por los suaves cantos de las aves del bosque.
Si supiera escribir sobre las gotas de agua, escribiría sobre una senda emboscada en busca de un hilo de agua llamado Borosa y, de paredes verticales, de túneles excavados en la roca, de cascadas de luz.
Si supiera escribir sobre los manteles de un mesón llamado Guadalquivir, escribiría sobre miradas, risas, aplausos, risas, vinos, miradas, brindis, canciones,………belleza.
Si supiera escribir sobre las hojas de los árboles, escribiría sobre un bosque perdido en el tiempo, sobre la húmeda umbría de un rió deslizándose entre pinos, encinas y fresnos.
Si supiera escribir sobre la piedra de toba, escribiría sobre unos “iniciados” recorriendo una bóveda, por debajo de una población de luz.
Si supiera escribir sobre la brisa del atardecer, escribiría sobre una pista que abrazaba la montaña, rodeándola y penetrándola hasta llegar al nacimiento de un río llamado Guadalquivir.
Si supiera escribir sobre el viento, escribiría sobre unos campos diáfanos, llenos de luz, de viajeros en bicicleta recortándose en la lejanía para perderse en el horizonte en busca de otro hilo de agua llamado Segura.
Si supiera escribir, escribiría sobre aquellos hermosos paisajes apenas vislumbrados en el interior de la mirada de una mujer.
Si supiera escribir quizá no tendría palabras para describir este pequeño paseo por La Sierra de Cazorla con todos vosotros.
Gracias por ser y estar.
miércoles, 24 de abril de 2013
lunes, 25 de marzo de 2013
texto
Pedaleo al mediodía;
los pájaros
y
los pétalos
de las flores del almendro
danzan
con el viento.
Elogio a la primavera (2013)
los pájaros
y
los pétalos
de las flores del almendro
danzan
con el viento.
Elogio a la primavera (2013)
jueves, 7 de marzo de 2013
textos
Por la hoya de San Blas
(apunte de un instante)
Lentamente, penetramos en la quietud,
el silencio nos envolvió: recogimiento y paz ;
sobre el manto de nieve nuestras rodadas
se convirtieron en leves sonidos del bosque,
estábamos en un templo de silencio, de armonía, de luz.
Los sonidos se apaciguaron,
envolviéndonos en la serenidad de un instante,
penetramos en la luz, rodeándonos de belleza.
Marzo 2013
(apunte de un instante)
Lentamente, penetramos en la quietud,
el silencio nos envolvió: recogimiento y paz ;
sobre el manto de nieve nuestras rodadas
se convirtieron en leves sonidos del bosque,
estábamos en un templo de silencio, de armonía, de luz.
Los sonidos se apaciguaron,
envolviéndonos en la serenidad de un instante,
penetramos en la luz, rodeándonos de belleza.
Marzo 2013
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